La navidad de 1954 quedó marcada por persecuciones, censuras y restricciones severas a las celebraciones religiosas.
A fines de 1954, durante el segundo gobierno de Juan Domingo Perón, la Argentina atravesó uno de los momentos de mayor tensión en la relación entre el Estado y la Iglesia Católica.
En ese contexto, una serie de medidas oficiales derivaron en la “Navidad Atípica” de 1954, un período marcado por persecución política, censuras y restricciones severas a las celebraciones religiosas, que afectaron de manera directa e indirecta al festejo de la Navidad y marcaron un quiebre histórico en el vínculo entre el peronismo y la institución eclesiástica.
El conflicto, que se profundizaba desde meses antes, se tradujo en prohibiciones y actos de censura que limitaron la expresión pública del culto católico. Entre las medidas más visibles, se dispuso la prohibición a comerciantes y edificios públicos de exhibir pesebres y decoraciones religiosas en sus vidrieras, una decisión que impactó de lleno en la tradicional simbología navideña.
Al mismo tiempo, se restringieron celebraciones litúrgicas, con la suspensión de misas en hospitales y la prohibición de procesiones callejeras durante Nochebuena.
La censura también alcanzó a los medios de comunicación. El gobierno ordenó la suspensión de los programas radiales de temática católica, lo que dejó sin espacio público a mensajes y programas vinculados a la Navidad. Como consecuencia de este conjunto de restricciones, muchos fieles se vieron forzados a celebrar en el ámbito privado, sin manifestaciones visibles en la vía pública, en un clima de censura y persecución estatal.
Ese mismo diciembre de 1954, el Gobierno de Perón avanzó con una decisión estructural que profundizó el enfrentamiento: mediante el Decreto 13.182, se eliminó la obligatoriedad de la enseñanza religiosa en las escuelas públicas. La medida tuvo un fuerte impacto, ya que había sido el propio Perón quien había instaurado esa enseñanza en 1947.
Arrestos de curas
Paralelamente, se produjeron detenciones y acusaciones contra miembros del clero: sacerdotes como Egidio Esparza, Miguel F. Fox y Carmelo Bruno fueron imputados por delitos como “desacato al Presidente” y distribución de panfletos considerados por el peronismo como “subversivos“.
Al mismo tiempo, en junio de 1955., los obispos Manuel Tato y Ramón Novoa fueron expulsados del país, obligados a abordar un vuelo rumbo a Roma pese a ser ciudadanos argentinos.
La quema de iglesias
Pocos días después, el 16 de junio de 1955, tras el bombardeo a Plaza de Mayo, grupos de militantes peronistas atacaron y prendieron fuego iglesias en el centro de Buenos Aires. Esa noche fueron saqueadas o incendiadas la Curia Metropolitana y al menos diez iglesias, entre ellas San Francisco, Santo Domingo, San Ignacio y la Catedral Metropolitana.
El fuego destruyó archivos históricos de la época colonial, obras de arte sacro y ornamentos de valor incalculable. En ese momento, las fuerzas de seguridad y los bomberos recibieron órdenes de no intervenir, permitiendo que los edificios ardieran durante horas.
La sucesión de hechos culminó con la excomunión de Juan Domingo Perón, dispuesta por el papa Pío XII en junio de 1955. Así, la Navidad de 1954 quedó en la historia como el momento en que la censura estatal, las prohibiciones y la persecución marcaron un antes y un después en la relación entre el peronismo y la Iglesia Católica en la Argentina.
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