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Bullrich y Santilli, piezas clave para sacarle rédito al triunfo

La ministra de Seguridad, que asumirá como senadora y jefa del bloque oficialista, se prepara para ordenar a los libertarios en un Senado más accesible y proyecta su futuro político. Santilli también mueve fichas para suceder a Kicillof. En paralelo, el Gobierno apuesta a consolidar poder legislativo y capitalizar el acuerdo con EE.UU. como señal de gobernabilidad.

El sistema que se usa con los funcionarios que concurren a las comisiones, o incluso cuando los jefes de Gabinete van a las cámaras para brindar sus informes de gestión, consiste en formular tandas de preguntas que luego el interrogado responderá. Se hace así por varios factores: 1) acelerar los tiempos; 2) evitar un diálogo entre el legislador y el funcionario; 3) que no se note tanto cuando hay preguntas que quedan sin responder; y 4) darles tiempo a los colaboradores a elaborar las respuestas.

Patricia Bullrich es de las pocas integrantes del Gabinete mileísta que van al Congreso, y hace pocos días, cuando lo hizo por última vez en su condición de funcionaria -para exponer sobre el Presupuesto 2026-, fue respondiendo pregunta por pregunta. Por un lado, porque no tenía miedo de que le fueran a preguntar nada que no supiese cómo contestar; y por el otro, es que en el ámbito legislativo se siente como pez en el agua: fue 12 años diputada nacional. Ahora le toca volver al Congreso, ahora como senadora.

La todavía ministra de Seguridad es de aquellos políticos que parecen hechos para el Ejecutivo. Sin embargo, cuando fue designada por Mauricio Macri para encargarse de la seguridad nacional, se notaba que hubiera preferido seguir en el legislativo. Tal vez porque su anterior paso por un ministerio había sido controvertido (la cartera laboral, en tiempos de De la Rúa), pero lo dejó entrever el 12 de abril de 2016, cuando fue al Congreso para recibir uno de los Premios Parlamentario correspondientes al año anterior al que se había hecho acreedora y ante un colmado Salón Azul se sinceró comentando que le hubiera gustado “poder hacer mi tercer mandato (como legisladora) y estar del otro lado”. Transitaba entonces sus primeros meses al frente de una cartera muy complicada de la que terminó saliendo airosa y desde la que pudo cimentar un prestigio tal que le sirvió para ser luego candidata presidencial. Y más tarde volver a ser convocada para ocuparse de esas mismas funciones.

Mal no le ha ido, pues acaba de ganar las elecciones en CABA por el 50% de los votos. Formalmente asumirá el 10 de diciembre como senadora nacional, pero ya oficia como virtual jefa del bloque oficialista del Senado, y como tal se reunió el viernes pasado con la vicepresidenta Victoria Villarruel, enemiga declarada de los hermanos Milei, aunque ella no se autoperciba como tal.

Bullrich ha ido varias veces al Senado en las últimas semanas. Ya tuvo por lo menos dos reuniones con el bloque que comandará, por decisión propia y pedido del oficialismo, que la eligió para “ordenar” el papel de los libertarios en un ámbito históricamente adverso para todo “no peronismo”, aunque esta vez el peronismo será una minoría como nunca antes desde 1983. Con 28 senadores y ningún aliado concreto a la vista, el futuro bloque Fuerza Patria está condenado a ser una primera minoría inocua, sin posibilidades de inquietar siquiera allí al oficialismo. Estará limitado a evitar que La Libertad Avanza pueda contar con los dos tercios, por ejemplo para designar jueces para la Corte o al procurador… sin tener que negociar antes con el kirchnerismo.

En ese contexto se moverá Patricia Bullrich, que trabajará estos dos años para ser candidata en 2027. ¿A qué? A jefa de Gobierno de CABA, lo más probable; o compañera de fórmula de Javier Milei, si se lo piden. Aunque está claro que le quedó la espina de la presidencia… pero de eso no se habla.

El Congreso no suele ser un buen escenario para promover candidaturas, sobre todo cuando se es jefe de bloque, con todo el trabajo que ello conlleva; pero en un tiempo en el que el Parlamento tiene tanta centralidad, eso puede ser muy distinto. Así las cosas, de poco le hubiese valido a Bullrich ser presidenta provisional; la potencia más presidir el bloque. Le rinde más pelearse con José Mayans, que darle la palabra al formoseño.

Otro con ánimo de revancha para 2027 es Diego Santilli. El “Colo” siente que debió haber sido hace dos años el candidato natural de Juntos por el Cambio a gobernador bonaerense, luego de haber derrotado al kirchnerismo en 2021. Sin embargo terminó enfrascado esa vez en la insólita interna del Pro que terminó perdiendo a manos de Néstor Grindetti, que le ganó por poquito, arrastrado por la figura de Patricia Bullrich. Santilli fue en cambio candidato del derrotado Horacio Rodríguez Larreta, quien no quiso saber nada cuando le propusieron que JxC llevara un candidato común a gobernador en el principal distrito del país, compartiendo en ese caso al suyo. Diego Santilli debió resignarse esa vez, pero ya no más: ahora hará lo que tenga que hacer para suceder a Kicillof en 2027.

En su caso debió dejar el Congreso, cuando como legislador se proponía caminar la provincia activamente estos dos años, promoviendo su candidatura. Ahora en cambio recorre el país para reunirse con los gobernadores, si es que no los ve directamente en la Rosada. Su papel no es sencillo: tiene tanto por hacer, mucho por ganar, pero poco para ofrecer. Eso es lo que han notado hasta ahora los mandatarios que se han reunido con él, y que se quejan de que no los llaman “a negociar”, sino a escuchar lo que el Gobierno quiere de ellos: que les voten las reformas.

No fue auspicioso por cierto el arranque de Santilli, cuando mientras él juraba le estaban vaciando la cartera. Los logros que vaya a tener -léase votos que pueda asegurar para las reformas en el Congreso- serán claves para el presidente, que es quien deberá empoderarlo en 2027.

Habiendo sido el Congreso el punto débil del Gobierno durante sus dos primeros años, el Gobierno busca allí hacerse fuerte a partir de la excelente cosecha hecha en las elecciones. Aunque pide demasiado: quiere ser -a como dé lugar- primera minoría en Diputados, de ahí que se propusiera armar interbloques para recrear una nueva mayoría. La resistencia del Pro a sumarse fue lo que llevó a que Patricia Bullrich diera la orden de que sus diputados migraran a LLA, lo que enojó tanto a Macri y al propio Cristian Ritondo, tan cercano al oficialismo como está. El partido amarillo ratificó esta semana su decisión de no hacer un interbloque con el oficialismo, y si esa decisión se mantiene, no le alcanzaría para desplazar a Fuerza Patria. Pasa que, por mucho que el Pro se haya achicado, son la cantidad que necesita LLA para que un interbloque tenga sentido; de otro modo, estaría sumando en cuentagotas y a priori no le alcanzaría.

A menos que el peronismo termine rompiéndose, alternativa cada vez más probable, cuando los santiagueños cavilan la posibilidad de hacer un bloque aparte, y los catamarqueños sumarse a un interbloque de gobernadores dialoguistas. Si unos u otros dan el portazo, a La Libertad Avanza le alcanzará con los violetas para desplazar a Fuerza Patria.

Tan importante es conseguirlo porque en esos números se decide la conformación de las comisiones, y si algo ha aprendido el mileísmo en este tiempo es que ese es un dato clave para sacar los dictámenes de mayoría o bloquear propuestas opositoras. Deseo que blanqueó esta semana la diputada Emilia Orozco, senadora electa por Salta, cuando en un reportaje dijo esperar que en 2027 ya no necesiten alianzas en el Congreso y les alcance con violetas puros; para poco después rescatar el papel del Pro (solo) porque todavía los necesitan…

Desde los bloques del medio, a los que todavía el Gobierno necesita en el Congreso, exponen sus dudas respecto del “giro dialoguista” del oficialismo. “Ganó Karina, y ya sabemos cuál es su pensamiento”, resumió ante este medio un importante miembro de la Cámara baja.

Mientras tanto, el Gobierno matiza su actualidad post electoral diagramando su futuro, en el que el acuerdo firmado con los Estados Unidos tiene un rol central. No es solo un entendimiento comercial: es una señal política que Milei busca capitalizar. El presidente lo presentó como “un primer paso hacia más apertura”, en línea con su estrategia de mostrar al país como un “caso de negocios” para atraer inversiones.

El pacto incluye beneficios para sectores como acero, aluminio y carne vacuna, pero su verdadero valor está en el mensaje: Argentina se alinea con Washington en un momento en que Milei necesita mostrar gobernabilidad y previsibilidad para que las promesas de inversión se concreten.

En los mensajes que dio, posteriores al anuncio, el mandatario argentino insistió en que la apertura comercial “nos hace más eficientes, más productivos y, consecuentemente, más ricos”, vinculando la política exterior con la expectativa social de mejores salarios. El trasfondo es claro: mientras negocia reformas internas en el Congreso, Milei busca que el frente externo refuerce su narrativa de crecimiento y estabilidad. El acuerdo, más que un punto de llegada, es una pieza en el tablero político y económico que el presidente intenta ordenar para acelerar su plan de reformas.

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