La izquierda local busca reactivar la conflictividad social y deslegitimar al Gobierno apelando a consignas importadas
La “marcha de los jubilados”, que busca presentarse como un reclamo previsional, volvió a las calles porteñas y dejó al descubierto una nueva maniobra política. Entre los manifestantes se observan múltiples individios con remeras y pancartas con cosignas internacionales, entre ellas las del movimiento Black Lives Matter (BLM), símbolo del activismo radical norteamericano que, según diversas investigaciones internacionales, ha sido financiado por estructuras vinculadas al Partido Demócrata de Estados Unidos y la narcodictadura de Nicolás Maduro.
La imagen desató polémica: ¿qué tiene que ver un movimiento racista estadounidense con las jubilaciones argentinas? Para muchos analistas, la respuesta es clara: se trata de una estrategia de infiltración ideológica y simbólica de la izquierda global en protestas locales, con el objetivo —hasta ahora nada cercano— de alimentar la conflictividad y erosionar la estabilidad del Gobierno de Javier Milei.
Desde su llegada al poder, el presidente libertario ha impulsado una agenda de reformas estructurales orientada al equilibrio fiscal y al orden económico. Paralelamente, los sectores más radicalizados del kirchnerismo y el trotskismo han intensificado sus intentos golpistas sin éxito, utilizando causas sensibles como el salario, la educación o las jubilaciones para encubrir una ofensiva política contra la administración nacional.
La “marcha de los jubilados”, que en sus comienzos buscó propagandearse como un espacio de reclamo social, fue cooptada por organizaciones partidarias y grupos de militancia internacionalista sin ningún disimulo. Lejos de representar a nuestros adultos mayores, la mayoría de sus participantes responden a estructuras que viven del conflicto permanente y del subsidio estatal nacional e internacional que Javier Mlei combate.
La presencia de símbolos extranjeros —como el de BLM— no es anecdótica: revela la importación de discursos identitarios y victimistas, utilizados como herramienta de agitación en América Latina. El objetivo es claro: instalar la idea de un país en crisis y socavar el apoyo ciudadano al proyecto de cambio que lidera Milei.
Detrás de pancartas y cánticos previsionales, se esconde una operación política y cultural que trasciende fronteras. Una alianza entre la izquierda local y los movimientos globales del progresismo que, bajo la bandera del “derecho a protestar”, intenta desesperadamente devolver a la Argentina al clima de desorden y dependencia estatal que el Gobierno se encamina a superar.
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