Servicio Privado de Información

Leernos tiene sus privilegios

A 36 años de la caída del ‘Muro de la vergüenza’: el día que la libertad triunfó sobre el comunismo

El 9 de noviembre de 1989 cayó el Muro de Berlín, y con él se derrumbó un sistema que encarceló a su pueblo. Su legado aún nos interpela.

El Muro de Berlín fue el símbolo más claro del fracaso del socialismo real: una frontera erigida para impedir que los ciudadanos escaparan de la opresión. El 9 de noviembre de 1989, miles de ciudadanos alemanes demostraron que ningún sistema puede sostenerse cuando las personas eligen ser libres. Construido en 1961, el Muro se mantuvo durante 28 años como la línea más visible entre la libertad y la tiranía.

Tras la Segunda Guerra Mundial, Alemania quedó dividida y su capital, Berlín, fue seccionada. Entre 1949 y 1961, alrededor de 2,7 millones de personas abandonaron la República Democrática Alemana (RDA). Y en ese contexto, la madrugada del 13 de agosto de 1961 comenzaron los rollos de alambre que devinieron en muros de hormigón: 155 kilómetros de barrera, 43 solo en el área urbana, con ocho pasos controlados.  Las víctimas que murieron intentando huir se estiman entre 140 y 262. ¿No es interesante notar que la república que alegaba ser “democrática” necesitaba balas y guardias para retener a las personas en su territorio? 

En esos años, los derechos más elementales quedaron anulados. El Muro violó la libertad de circulación, la libertad de expresión y, en última instancia, el derecho a la vida. La policía política, la STASI, llegó a tener unos 90.000 agentes y cerca de 180.000 informantes, en una sociedad donde  las cartas eran abiertas antes de entregarse, los teléfonos eran intervenidos y las ideas vigiladas. La economía planificada prometía igualdad, pero solo garantizaba escasez, control y miedo. Fue el intento más brutal del siglo XX por reemplazar la voluntad humana con la del Estado.

El derrumbe fue un proceso. Las reformas de Gorbachov, la perestroika y la glasnost, y la presión de Polonia y Hungría abrieron grietas. En Leipzig, el 9 de octubre de 1989, 70.000 personas marcharon al grito de “Wir sind das Volk” (“somos el pueblo”). Un mes más tarde, en una conferencia de prensa transmitida al mundo, el portavoz del régimen Günter Schabowski anunció que las restricciones de viaje se levantaban “inmediatamente, sin demora”.

Esa noche, los guardias del paso de Bornholmer dejaron cruzar a las multitudes: la gente derribó los muros, se abrazó, bailó. El 9 de noviembre de 1989 no cayó solo una pared de cemento: se derrumbaron años de miedo, y miles de familias volvieron a abrazarse, a soñar y a respirar libertad.

El presidente  Javier Milei  transmitió estas ideas muy acertadamente mediante un posteo en X: “Un día como hoy, pero de 1989, caía el siniestro muro de Berlín y con ello la mentira del socialismo real. En su caída quedó al descubierto el fracaso de la utopía socialista, cuya lección más importante es que bienestar y justicia son dos caras de la misma moneda.  Por ende, nada que salga de valores despreciables como la envidia, el odio, el resentimiento, la quita de la libertad, la injusticia y el asesinato —la base de valores subyacentes en todo experimento socialista— terminará de buena manera. Solo traerá miseria y violencia a su paso. Por eso, abrazando las ideas de la libertad y los valores de Occidente, el bienestar vendrá por añadidura, de la mano del orden espontáneo y la creatividad de los individuos. ¡Viva la libertad, carajo!”.

Treinta y seis años después, el Muro sigue hablándonos. Nos recuerda que las ideas estatistas son tan opresivas que siempre terminan necesitando muros —reales o simbólicos— para sostenerse. Y que,aunque cambien los nombres o los discursos, el espíritu del control y la censura persiste allí donde se desconfía de la libertad. Celebrar la caída del Muro de Berlín no es mirar con nostalgia al pasado: es reafirmar que toda sociedad verdaderamente libre se construye derribando las paredes que levantan los que temen a las personas capaces de forjar su propio destino.

Derechadiario.com