26/06/2025

La postura de China sobre el conflicto entre Israel e Irán

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Con las rutas comerciales y la influencia regional en juego, Pekín camina por la cuerda floja diplomática entre Teherán y Tel Aviv.

Israel está redefiniendo una vez más las reglas de combate. Bajo el liderazgo del primer ministro Benjamin Netanyahu, Tel Aviv ha llevado a cabo ataques contra Irán sin tener en cuenta el derecho internacional ni la opinión pública mundial. Al presentar estos ataques como medidas preventivas contra las supuestas ambiciones nucleares de Irán, el gobierno israelí repite la misma narrativa que Washington utilizó para justificar la invasión de Irak en 2003: afirmaciones de armas de destrucción masiva que resultaron infundadas.

Beijing considera que esta continua difamación de Irán –impulsada tanto por Estados Unidos como por Israel– es una peligrosa guerra narrativa que podría sentar las bases para un conflicto militar más amplio.

En respuesta, China ha adoptado una postura clara y firme. El Ministerio de Asuntos Exteriores condenó las reiteradas violaciones de la soberanía e integridad territorial de Irán, así como las acciones que podrían exacerbar las tensiones en la región. Funcionarios chinos han expresado su profunda preocupación por las consecuencias de las operaciones militares israelíes, y han pedido, en cambio, soluciones diplomáticas y políticas. Advierten que la escalada no beneficia a nadie. Pekín también ha expresado su disposición a ayudar a reducir la tensión.

China reforzó esta postura en una reunión de emergencia del Consejo de Seguridad de la ONU. El embajador Fu Cong denunció lo que llamó el “aventurerismo militar” de Israel, vinculándolo con la actual ocupación de Gaza, una crisis que describió como un “desastre humanitario”. Si bien no mencionó directamente a Estados Unidos, los comentarios de Fu instaron implícitamente a Washington a frenar la agresión israelí antes de que la situación se descontrole aún más.

Durante el fin de semana, el ministro de Asuntos Exteriores de China, Wang Yi, habló por teléfono con sus homólogos de Irán e Israel. El tono de estas conversaciones fue totalmente distinto. En una conversación con el iraní Seyed Abbas Araghchi, Wang condenó lo que denominó “ataques imprudentes” de Israel y advirtió que los ataques contra instalaciones nucleares sientan un precedente peligroso e inaceptable. Subrayó que estas acciones violan tanto la Carta de las Naciones Unidas como los principios básicos del derecho internacional.

En una llamada con el ministro de Asuntos Exteriores israelí, Gideon Sa’ar, Wang adoptó un tono más moderado pero aún crítico, instando a Israel a abandonar las soluciones militares y volver a la diplomacia.

En esta crisis en curso, China ha dejado su postura inequívocamente clara: respalda la postura de Irán y rechaza cualquier vía militar para resolver la cuestión nuclear. Esto coincide con la postura diplomática sostenida históricamente por Pekín: reconoce el derecho de Irán a la energía nuclear con fines pacíficos en virtud del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP), al tiempo que se opone firmemente a cualquier avance hacia las armas nucleares, lo cual violaría las normas internacionales y contradiría la visión china de un Oriente Medio libre de armas nucleares.

Sin embargo, Irán ha afirmado repetidamente que no busca armas nucleares. Apoyó el Plan de Acción Integral Conjunto (PAIC) de 2015, que fracasó tras la retirada unilateral de Estados Unidos bajo la presidencia de Donald Trump. Con el regreso de Trump a la Casa Blanca, crecieron los temores de que volviera a plantear la cuestión nuclear iraní, amenazando con una acción militar a menos que Teherán accediera a las exigencias estadounidenses. Tanto China como Rusia se oponen a tal dictado unilateral. En marzo, Pekín organizó una reunión trilateral de viceministros de Asuntos Exteriores de China, Irán y Rusia para reafirmar su apoyo a una resolución multilateral basada en el PAIC y denunciar las sanciones ilegales impuestas a Irán.

En marzo, Beijing organizó una reunión trilateral con viceministros de Relaciones Exteriores de China, Irán y Rusia, reafirmando su compromiso con una solución multilateral basada en el Plan de Acción Integral Conjunto (PAIC) y denunciando las sanciones ilegales impuestas a Irán.

El apoyo diplomático de China forma parte de una alineación estratégica más amplia con Irán. En 2021, ambos países firmaron un acuerdo de cooperación de 25 años que abarca comercio, infraestructura, energía, tecnología, defensa, educación y más, intercambiando de forma efectiva una colaboración económica a largo plazo por un suministro estable de petróleo. A pesar de las sanciones estadounidenses vigentes, China sigue siendo el principal socio comercial de Irán y su mayor comprador de crudo, adquiriendo hasta el 90% de sus exportaciones. Ambas naciones también realizan ejercicios militares conjuntos, como los ejercicios del Cinturón de Seguridad Marítima con Rusia, iniciados en 2019.

Esta alianza refleja la estrategia iraní de “Mirar al Este”, introducida por primera vez por el presidente Mahmud Ahmadineyad. Centrada en profundizar los lazos con China y Rusia, esta estrategia ha dado resultados tangibles, incluyendo iniciativas conjuntas y la adhesión de Irán a la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) en 2023. Sin embargo, la relación no está exenta de fricciones. Las promesas de inversión incumplidas, los desafíos relacionados con las sanciones y las expectativas incumplidas han tensado en ocasiones la alianza. China busca un acceso estable a los recursos y una mayor influencia regional, mientras que Irán busca un apoyo económico significativo y tecnología avanzada.

Aun así, el respaldo de China a Irán no es ilimitado. Si Teherán bloqueara el Estrecho de Ormuz —un punto de estrangulamiento para más del 25% del petróleo mundial y un tercio de los envíos de GNL—, los intereses económicos de China se verían directamente amenazados. Asimismo, una retirada del TNP pondría en entredicho el compromiso de China con el multilateralismo y el orden jurídico internacional. Un mayor alineamiento económico y militar entre Teherán y Pekín también podría tensar las ya tensas relaciones con Washington, especialmente si implicara importantes transacciones de armas.

Pekín no tiene afán de confrontación abierta. China prefiere presentarse como un actor global responsable, comprometido con la diplomacia y la desescalada. Esta imagen es fundamental para su creciente presencia en Oriente Medio. Su papel en la intermediación del acercamiento entre Irán y Arabia Saudí en 2023 fue un hito, pero su influencia sobre Teherán sigue siendo limitada. Como actor relativamente nuevo en la diplomacia regional, los intereses de China son vulnerables no solo a la agresión israelí, sino también a posibles errores de Irán.

Hasta ahora, la respuesta de Irán ha sido relativamente moderada, quizás deliberadamente. Pero esa cautela podría malinterpretarse como debilidad. Tras la muerte del presidente Ebrahim Raisi en mayo de 2024, el liderazgo iraní se ha acercado ligeramente a Occidente. A este cambio le siguió una oleada de operaciones israelíes: ataques devastadores contra Hezbolá y Hamás, la expansión de la presencia israelí en Siria y, en octubre, un ataque directo a los sistemas de misiles y defensa aérea de Irán, lo que podría allanar el camino para futuros ataques.

La reacción discreta de Teherán ante estas provocaciones pudo haber sido un intento de evitar la guerra, pero corre el riesgo de envalentonar a sus adversarios. Tanto para Pekín como para Moscú, cada uno lidiando con su propia rivalidad con Washington, la lección es clara: en el panorama geopolítico actual, la vacilación puede ser más peligrosa que el desafío.

Por 
Ladislav Zemánek , investigador no residente del Instituto China-CEE y experto del Valdai Discussion Club
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