Pablo Sirve de la Nación: Un videito de un celular cualquiera que casualmente es testigo del momento de la detención completa y aclara la información que falta: esa misma mujer, que dos agentes intentan ingresar en la camioneta policial, golpea voluntariamente y con fuerza su cabeza contra el vidrio de la puerta trasera izquierda, haciéndola estallar en mil pedazos.

¿Se trató de un trance de locura? No: simplemente “fabricó” su noticia deseada. Produjo, aun a costa de su dolor y riesgo, una imagen que la pudiera mostrar como víctima de una represión violenta que, en realidad, no sufrió.

Ni en los relatos distópicos de la serie Black Mirror –cuyas tramas siempre giran en torno a lo que los nuevos dispositivos pueden provocar– se ha visto una vuelta de tuerca tan impactante.

Dice una leyenda que algunas tribus indígenas se negaban sistemáticamente a que sus miembros fuesen fotografiados porque esas imágenes capturadas por una cámara robaban parte de sus almas. La foto de la activista autolesionada, en cambio, lo que se roba es la verdad.

Y para ver aquí el video: