Se estima que, hacia finales de 1945, las bombas habían matado a 166 000 personas en Hiroshima y 80000 en Nagasaki,7​ totalizando unas 246 000 muertes, aunque solo la mitad falleció los días de los bombardeos. Entre las víctimas, del 15 al 20 % murieron por lesiones o enfermedades atribuidas al envenenamiento por radiación.​ Desde entonces, algunas otras personas han fallecido de leucemia (231 casos observados) y distintos cánceres (334 observados) atribuidos a la exposición y a la radiación liberada por las bombas.9​ En ambas ciudades, la gran mayoría de las muertes fueron de civiles.