Horas atrás, Facundo Moyano se mostró en las redes sociales durante una reunión sindical con dirigentes “sub 55” de diferentes sectores gremiales. Según publicó el hijo de Hugo Moyano, se habló “sobre la importancia de hacerle frente a las demandas actuales de los trabajadores”.

La reunión, siempre acorde a su publicación, versó en tres ejes: el futuro del trabajo, la democracia sindical y la perspectiva de género en los sindicatos. Hasta ese momento, todo pareciera apuntar a un verdadero plenario de la democracia, un conglomerado de jóvenes promesas del gremialismo debatiendo con sabiduría y presteza sobre los tópicos que más aquejan a los afiliados de todos los rubros y todas las ramas.

Las fotos de rigor fueron tan serias y los gestos tan abnegados, con los barbijos de rigor cubriendo sus bocas y narices, que transformaron en una verdadera incógnita cómo comieron las medialunas y tomaron las gaseosas que se ven sobre la mesa y obligaron a olvidar que Facundo Moyano, lejos de sufrir las mismas penas que sus afiliados, se acaba de aumentar a sí mismo en un 40 por ciento su ya oneroso sueldo de 238.829 pesos, votando desde la comodidad de su departamento de Puerto Madero.

Sin embargo, algo llamó la atención en las fotos. Una de las patas de la mesa tenía un grosor, una altura y una forma distinta. Tan distinta que hasta tenía una etiqueta blanca pegada en uno de los lados. Una tercera foto, casi un primer plano, despejó la incógnita. Se trataba de una botella de vino tinto, a medio tomar, que Moyano escondió debajo de la mesa para las fotos.

Además del papelón de intentar esconder una botella de vino debajo de una mesa, de lo preocupante de estar tomando vino a mitad de la tarde y en una reunión de trabajo, hay una pregunta que pareciera aún sin responder: ¿Cómo maridaron el vino con las medialunas de manteca? (www.REALPOLITIK.com.ar)