Nadie de la empresa Pfizer lo admitirá jamás, pero un importante funcionario de primera línea del gobierno de Alberto Fernández le sugirió a esa firma arreglar un “retorno” en el marco de las negociaciones por la vacuna contra el coronavirus.
Ello fue lo que terminó de “frizar” las conversaciones entre el gigante farmacéutico y el Estado argentino.
Según pudo reconstruir Tribuna de Periodistas, ocurrió a principios de este mismo mes y el funcionario que intentó la “avanzada” sobre el laboratorio sería un hombre más que cercano a Ginés González García. Lo confirmaron a estos periodistas dos fuentes oficiales, una del Ministerio de Salud —persona mediática si las hay— y otra de la ANMAT, cuyo nombre es casi idéntico al de un famosísimo actor.
Por su parte, desde la cartera a cargo de Ginés solo se limitaron a decir a este portal que todo se trataba de una “infamia”. Con una salvedad: el funcionario en cuestión pidió que su nombre no fuera revelado. ¿Cuál sería el temor?
Como sea, las versiones de corrupción dinamitaron las negociaciones de manera abrupta y repentina, provocando la sorpresa de propios y ajenos. ¿Cómo explicar que se truncara todo de repente, cuando las conversaciones venían aceitadas y fructíferas?
Para salir del atolladero, el ministro de Salud habló de presuntas “condiciones inaceptables” por parte de la empresa farmacéutica a la hora de acordar con el gobierno.
Ello provocó que una fuente vinculada a la propia Pfizer saliera a aclarar los tantos: “Las condiciones son iguales para todo el mundo. Si no hay un acuerdo con Argentina es porque nuestro país no acepta algo que otros aceptan o pide algo que otros países no reclaman“.
La frase quedó retumbando en el aire y sus ecos persisten hasta el día de hoy. A punto tal, que referentes de la oposición de la talla de Alfredo Cornejo y Luis Petri han pedido que se investigue a fondo la posibilidad de que se hubiera pedido un “retorno” a esa firma.
Entretanto, para salir del atolladero, Ginés arriesgó una explicación: “Seguimos conversando pero realmente no hemos podido firmar el contrato pese a la enorme voluntad del Gobierno argentino. No se olviden que Pfizer fue la primera que recibió el propio presidente, cuando Pfizer hizo el ensayo clínico, que ya terminó en la Argentina, con 6 mil voluntarios”.
Lo que nunca terminó de aclarar el ministro fue el tenor de las presuntas exigencias de la empresa farmacéutica.
El que sí lo hizo, aunque nadie le creyó, fue Jorge Rachid, médico y asesor de la gobernación de Buenos Aires. El funcionario aseguró que la firma de marras exigía “glaciares, y permisos de pesca”. Absurdo por donde se lo mire.
En tal contexto, un reconocido funcionario de segunda línea del Ministerio de Salud empezó a hacer circular por Whatsapp un audio con una versión tan inquietante como incomprobable: “Pfizer tenía comprometidas 7.000.000 de vacunas para la Argentina y como la gente de Ginés González García le pidió coima importante tuvieron que dárselas a los chilenos”. ¿Fue la confesión de un hecho de corrupción o una fake news en venganza por quedar afuera de algún negocio puntual? Imposible saberlo.
En tanto, en medio de tantos dimes y diretes, Ginés cometió un innecesario “sincericidio”: dijo que Alberto Fernández “está nervioso porque no llegan los papeles” para que la vacuna rusa pueda aplicarse a mayores de 60 años. ¿Se puede ser más inoportuno?
Si hay algo que no necesitaba el presidente de la Nación era que le agitaran el avispero como lo hizo su propio ministro de Salud este martes. No casualmente, el mismo día que empezó a vacunarse con la Sputnik V.
Ya lo dijo el hidalgo Quijote de La Mancha: “Cosas veredes amigo Sancho, que non crederes”.
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