Se trató de un fallido intento de Allende por controlar en tiempo real la economía del país.
Una de las pasiones más antiguas que tiene la humanidad es intentar controlar, a la realidad, a otros hombres, a la política, en fin también a la economía. La siguiente imagen no es de una película de Ciencia Ficción clase B, sino el mejor y mayor intento de controlar una economía mediante el uso de la tecnología.
Paradójicamente el experimento socialista de Allende en Chile apostó en sus horas finales a la capacidad de un invento bien capitalista: la informática. La paradoja se completa al pensar que si hubiera contado Allende con los actuales avances de la muy capitalista Internet probablemente hubiera tenido mayor chance de alargar su agonía y también de hacer mucho más daño, por lo menos en la idea de controlar en tiempo real la economía
Salvador Allende había llegado a la presidencia del país en 1970 y había llevado a cabo un proceso de nacionalización de empresas por lo que la cartera industrial que controlaba el gobierno (empresas existentes y las nacionalizadas) era complejo y era necesario desarrollar un modelo de gestión e información que ayudase a la toma de decisiones (sin tener que esperar mucho tiempo a la generación de un informe).
La gestión de la cartera empresarial era dirigida por Fernando Flores, que fue nombrado Director General Técnico de CORFO (Corporación para el Fomento de la Producción de Chile), la empresa pública que gestionaba las empresas nacionalizadas.
Flores era un ingeniero que había estudiado en la Universidad Católica de Chile y, desde su época de estudiante, había seguido con interés la obra de Stafford Beer, un gurú británico que había publicado trabajos sobre sistemas de organización empresarial; así que Flores decidió recurrir a Beer para desarrollar un sistema que permitiese concentrar todos los datos procedentes de las empresas públicas a un sistema de reporte.
Tras cursar una invitación formal, Stafford Beer aceptó el ofrecimiento y comenzó a trabajar para el gobierno chileno en 1971. Tras varios meses de trabajo de definición del sistema, el 12 de noviembre de 1971, Beer presentó el proyecto Cybersyn al Presidente Allende: “…un sistema nervioso a través del cual correrían importantes decisiones, tanto a nivel administrativo como judicial, económico y cívico“.
La idea era ubicar un centro de operaciones en la residencia presidencial, en el Palacio de La Moneda, y desarrollar la red de comunicaciones, el software de control y el modelo de gobierno del sistema, los cuatro pilares sobre los que se apoyaría Cybersyn que, con la óptica actual, es uno de los primeros diseños conocidos de redes corporativas de ámbito gubernamental.
Cybernet fue el nombre que recibió la red de comunicaciones del sistema Cybersyn y estaba compuesta por un conjunto de líneas de télex que conectaban las distintas fábricas del país para que sus sistemas pudiesen enviar, al menos una vez al día, los datos económicos y de producción. Cyberstride fue el nombre que recibió el software que procesaría los datos recibidos por cada una de las fábricas y empresas que formaban parte de la red.
Opsroom fue el nombre que recibió la sala de operaciones de Cybersyn y constituía el núcleo de la toma de decisiones. Era un espacio de forma hexagonal en la que se emplazaban 7 sillones giratorios que en los posabrazos contenían pantallas y consolas con las que controlar el sistema, solicitar informes y visualizarlos en las distintas pantallas de la sala.
Lo mas curioso es que las pantallas que presentaban la información eran alimentadas en forma manual por operarios detrás de las paredes, creando la “ilusión” de que presionando un botón era posible ver inmediatamente la información solicitada, los operarios colocaban en un carrete la imagen que seria proyectada como una diapositiva por detrás de la pantalla.
El mismísimo Allende estaba muy entusiasmado con el programa: había ejercido la medicina y entendía, instintivamente, lo que le explicaba Beer sobre las características biológicas de las redes y las instituciones. Por otra parte, ambos coincidían en que Cybersyn no debía espiar a la gente.
Por el contrario, su objetivo era permitir a los trabajadores manejar, o por lo menos participar, en la gestión de sus trabajos y, a la vez, fomentar el intercambio de información. No siempre funcionó así.
“Algunas personas con las que hablé, me dijeron que era muy difícil que las fábricas enviaran sus estadísticas”, asegura Eden Miller, un norteamericano que está haciendo una tesis sobre Cybersyn.
En 1972 y 1973, años agitados en Chile y en buena parte de Sudamérica, había otras prioridades, amén de que no todos los trabajadores estaban dispuestos y/o podían dirigir sus plantas. Pero también hubo éxitos: las fábricas utilizaban sus télex para enviar pedidos y quejas al gobierno y viceversa. Y, en octubre de 1972, cuando Allende se dispuso a enfrentar su peor crisis desde que había asumido, el invento de Beer se volvió vital.
Con el apoyo secreto de la CIA, los pequeños empresarios conservadores chilenos entraron en huelga. Los alimentos escaseaban y el abastecimiento de combustible corría peligro. El gobierno creyó que Cybersyn podía servirle para rebasar el flanco enemigo, empleando los télex para obtener información sobre lo que escaseaba y paliar la falta
Las salas de control en Santiago funcionaban día y noche. La gente dormía allí, incluidos varios ministros. “Nos sentíamos en el centro del universo”, recuerda Espejo (miembro del equipo original). La huelga no logró derrocar a Allende. Ese fue el pico de utilidad de Cybersyn. Poco después, al igual que el gobierno, empezó a toparse con problemas insolubles.
En 1973, por la dimensión del proyecto, que llegó a alcanzar hasta el 50 por ciento de toda la economía nacionalizada, el equipo original de discípulos de Beer se había entremezclado con científicos menos idealistas y, obviamente, aparecieron las fricciones. Para colmo, en paralelo, Beer había empezado a concentrarse en otros planes.
Insólitamente, el científico empezó a convocar a pintores y cantantes populares para publicitar los principios del “socialismo de alta tecnología”; se dedicó a probar los medidores de opinión pública que había diseñado su hijo y hasta a organizar expediciones de pesca para aportarle al gobierno algunos de los dólares que tanto necesitaba.
Mientras tanto, el descontento social contra Allende se volvía cada vez más evidente y la economía empezó a desmoronarse: alentados por los Estados Unidos, otros países empezaron a recortarle su ayuda e inversiones. “Había mucha tensión en Chile. Podría haberme retirado, de hecho, lo pensé muchas veces”, escribió después Beer.
En junio de 1973, después de que le aconsejaron abandonar el país, Beer alquiló una casa en la costa. Durante algunas semanas, escribió, contempló el mar y asistió a reuniones gubernamentales secretas. El 10 de septiembre, se tomaron las medidas de una sala de La Moneda para instalar allí un centro de control Cybersyn.
Al día siguiente, el 11 de septiembre, el palacio fue bombardeado por la Fuerza Aérea Chilena (FACH). Beer estaba en Londres, haciendo lobby para el gobierno chileno y, al salir de una reunión, leyó los diarios: “Allende ha muerto”, decían. Los militares chilenos encontraron la red Cybersyn intacta, pero no sabían para qué servía.
Poco después del golpe, Beer abandonó West Byfleet y, también, a su esposa, para instalarse solo en una cabaña en Gales. “Tenía la culpa del sobreviviente”, dice Simon. Hoy, Cybersyn y otros posteriores inventos, más esotéricos aún, de Stafford permanecen vivos en oscuros sitios de Internet socialistas y, curiosamente, se los suele mencionar en algunas escuelas de negocios modernas para hablar de la importancia de la información económica.
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