El ex presidente izquierdista brasileño Luiz Inácio Lula da Silva sigue siendo el favorito para ganar las elecciones del domingo en la democracia más grande de América Latina, a pesar de un repunte de última hora en las encuestas del actual presidente de derecha, Jair Bolsonaro. La gran pregunta es si los encuestadores acertarán esta vez, después de haberse equivocado en la primera vuelta, y si el candidato perdedor aceptará los resultados. Las encuestas más conocidas subestimaron el apoyo de Bolsonaro en la primera vuelta electoral del 2 de octubre. Muchos encuestadores habían pronosticado antes de la votación que Lula podría ganar en la primera vuelta, y no fue así. Lula ganó la primera ronda con un 48 por ciento del voto, mucho menos de lo que se esperaba. La consultora de riesgo político Eurasia dice en un nuevo informe que Lula probablemente ganará, “pero sus probabilidades de victoria han caído del 65% al 60%”. Agrega que la “la carrera se ha apretado un poco” y que “la campaña de Bolsonaro ha sido más efectiva que la de Lula en esta segunda vuelta”. Una de las razones por las que Lula sigue siendo el favorito es que los encuestadores supuestamente han corregido sus errores de la primera vuelta, cuando no detectaron a muchos simpatizantes ocultos de Bolsonaro.

Aunque el índice de aprobación de Bolsonaro ha aumentado del 40% antes de la primera vuelta al 44% hoy, Lula sigue liderando la mayoría de las encuestas por unos 3 puntos porcentuales. El ascenso de Bolsonaro se debe en gran parte a una mejora de la economía y el aumento del gasto social del gobierno en las últimas semanas. Ambos candidatos dejan mucho que desear. Lula ha pasado 580 días en la cárcel por cargos de corrupción antes de ser liberado por la Corte Suprema por algo que sus críticos consideran un tecnicismo, y tiene posturas blandas con las dictaduras de Venezuela y Cuba. Bolsonaro permite la deforestación masiva del Amazonas, se abstuvo de condenar a Rusia por su invasión a Ucrania en votaciones clave de las Naciones Unidas y a menudo suena como si quisiera convertirse en un autócrata de derecha. Sergio Fausto, un politólogo que dirige la Fundación Fernando Henrique Cardoso en Brasil, me dijo que lo más probable es que Lula ganará por entre dos y cuatro puntos porcentuales.

Una victoria de Lula por un pequeño margen podría ser una buena noticia, porque empujaría al ex presidente izquierdista a moverse hacia el centro, me dijo Fausto. “Una victoria por un margen estrecho de Lula sería una especie de bendición disfrazada”, me dijo Fausto. “Reforzaría dentro de Lula la percepción de que su gobierno tendría que ir más allá de su Partido de los Trabajadores, y que tendría que nombrar gente técnicamente sofisticada en puestos claves del equipo económico”. Por el contrario, una victoria de Lula por un amplio margen energizaría a su base de extrema izquierda y podría impulsarlo a adoptar políticas internas y externas más radicales, agregó Fausto. Pero muchos otros analistas argumentan que una victoria apretada de cualquiera de los dos candidatos sería el peor escenario posible, porque el perdedor, especialmente si es Bolsonaro, podría no aceptar los resultados. Bolsonaro, a quien a menudo se hace referencia como “el Trump de los trópicos”, ha afirmado falsamente durante la campaña que el sistema electoral de Brasil se presta al fraude, y que si pierde, será porque las elecciones están amañadas.

“Si el resultado es estrecho, habrá mayores tensiones”, me dijo Anthony Pereira, un politólogo brasileño que dirige el Centro para América Latina y el Caribe de la Universidad Internacional de Florida. “Bolsonaro podría buscar una razón para no aceptar una derrota”. Las denuncias de fraude de Bolsonaro han sido investigadas por numerosos grupos independientes, y no encontraron irregularidades que pudieran afectar los resultados de las elecciones. Mi mayor temor es que un resultado muy ajustado pueda conducir a la violencia, como la toma del Capitolio de Estados Unidos tolerada (si no apoyada) por Donald Trump en 2021, y poner en peligro la democracia de Brasil. En esta elección entre dos malos aspirantes, el resultado menos malo será que el perdedor —sea quien sea— acepte los resultados y se mantenga la democracia.

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