“¿En este gobierno alguien les pidió un centavo para hacer obra pública? ¿Alguien les pidió algo? ¿Alguien los mandó a espiar? ¿Alguien usó la AFIP para que se metan en las empresas de aquellos que nos critican? Los desafío porque su respuesta va a ser no”. Eso dijo el presidente Alberto Fernández el viernes en el Coloquio de IDEA, consciente de que esa frase generaría reacciones en el plano interno. Porque si bien quiso englobar a varias administraciones con esa observación, sabía que la lluvia ácida estaba dirigida a su vicepresidenta. Que seguramente le contestará públicamente más temprano que tarde.
Ya había generado urticaria en la interna del heterogéneo Frente de Todos que el presidente asistiera al Coloquio en Mar del Plata, un ámbito que los gobiernos kirchneristas han evitado deliberadamente siempre. Botón de muestra: Axel Kicillof brilló por su ausencia, cuando es tradición que los gobernadores bonaerenses inauguren esos encuentros. Pero que el presidente se haya despachado con semejante frase a unos 40 días de que el Tribunal Oral N°2 se expida sobre la responsabilidad de Cristina Kirchner en la causa Vialidad, y cuando sigue avanzando hacia el juicio oral la causa Cuadernos, debe haber soliviantado el espíritu del kirchnerismo en general y la vicepresidenta en particular.
No fue ingenuo el presidente al lanzar su frase, aunque tal vez no haya alcanzado a medir del todo el impacto que tendría. Sí lo hizo Ricardo López Murphy este sábado, cuando sugirió que el fiscal Diego Luciani tome nota de esos dichos. No vaya a ser cosa que en el futuro terminen citando a declarar a Alberto Fernández…
Afirman de un lado y del otro de la grieta en el seno de la coalición gobernante que la relación entre el presidente y su vice está rota.
Afirman de un lado y del otro de la grieta en el seno de la coalición gobernante que la relación entre el presidente y su vice está rota. Nada que no se haya dicho antes, pero enfatizan que esta vez la ruptura es definitiva. Habrá que ver. Lo cierto es que el mandatario parece estar aprovechando los retazos que le quedan de poder para tomar algunas decisiones. De esta manera y tal cual han advertido muchos, si bien Fernández tiene un poder sumamente acotado, al punto tal de no ser ya la figura central del Gobierno -en algún momento lo fue, aunque cueste recordarlo-, le queda el poder de la firma.
Así es que esta vez sí fue él quien decidió los tres recambios efectivizados en su gabinete la última semana. Correspondía, pues los tres que se fueron eran considerados “propios”, pero cabe recordar que antes cada vacante que se producía era ocupada por un cristinista. En este caso, Fernández perdió a Claudio Moroni, un ministro apuntado por el Instituto Patria desde hace mucho tiempo, tan cercano al presidente que compartió con él estudios; Juan Zabaleta, el intendente que quiso recrear el “albertismo” y ahora debió regresar a su terruño para evitar que La Cámpora se lo birlara; y Elizabeth Gómez Alcorta, muy cercana a Horacio Verbitsky, pero que Alberto consideraba propia, aunque a la postre la funcionaria renunciante pareció mostrar que su lealtad no era tan fuerte hacia el presidente, sino a la causa mapuche.
Los reemplazó por Kelly Olmos, añeja figura del peronismo porteño en el que siempre habitó Fernández; Victoria Tolosa Paz, pareja de Pepe Albistur y como tal muy cercana al presidente, que siempre la imaginó en un cargo ejecutivo; y Ayelén Mazzina, una joven figura del riñón del gobernador puntano, que resultó ser una alternativa viable para el presidente que debía resolver rápido un tema que de lo contrario se le estaba complicando por el internismo.
A propósito de la ministra de la Mujer, en la previa de la elección de quien sucedería a Gómez Alcorta circuló fuerte la posibilidad de que esa dependencia pasara a ser “secretaría”, como una supuesta señal de austeridad que querría dar el ministro Sergio Massa. No es lo que sucedió, ni en ningún momento estuvo en consideración esa posibilidad. Si bien es cierto que con la designación del nuevo ministro de Economía desaparecieron dos ministerios de mayor envergadura (Desarrollo Productivo y Agricultura), lo último que haría esta administración sería quitarle el rango ministerial a Mujer, Género y Diversidad, a la espera simbólica de que sí lo haga la oposición si el año que viene le toca gobernar.
El nombramiento de las elegidas para completar el Gabinete no fue lo que irritó al Instituto Patria puntualmente, sino que el Gobierno hubiera hecho trascender que Alberto no había consultado a su vice. Una piedra más para el muro que los separa.
La autonomía que considera haber adquirido en este tiempo de debilidad que vive hoy el presidente -condición que se anima incluso a admitir en público, como también hizo en el Coloquio de IDEA, al señalar que él será “muy débil, pero el que afrontó la deuda con el Fondo se llama Alberto Fernández”, en una muestra de que ya está dando letra a cómo quiere que la historia lo recuerde-, se mostrará de manera contundente en un tema clave para oficialismo y oposición: las PASO.
En privado, el presidente ha confesado que no es partidario de derogarlas: piensa que en ese caso la oposición armará su campaña en base a eso, y que hasta podría correr más riesgo de fractura el FdT que JxC.
Hay elementos que alientan esos recaudos en el oficialismo, más allá de que a los más extremos les seduzca toda idea que tienda a complicar a la principal oposición. En el caso de que el Congreso pusiera fin a la Ley 26.571 que instituyó las PASO, Juntos por el Cambio debería ponerse manos a la obra para implementar contrarreloj una interna abierta. Pero más allá de las dificultades que le acarrearía a JxC, le daría a ese espacio una centralidad inigualable durante meses, y ni que hablar para cuando tenga lugar la elección. Asimismo el resultado podría ser interpretado como un adelantamiento de las elecciones generales y el poder podría migrar hacia quien resulte ganador de esa interna. Antes incluso de la fecha que por ley establecen las aún vigentes PASO.
La autonomía que considera haber adquirido en este tiempo de debilidad que vive hoy el Presidente, se mostrará de manera contundente en un tema clave para oficialismo y oposición: las PASO.
Hay además otro elemento que preocupa al presidente, más allá de que la eliminación de las PASO lo sacarían a él mismo de la carrera presidencial: liquidar las elecciones primarias y complicar así la interna de Juntos por el Cambio podría preocupar fuertemente a quienes ven como un alivio un eventual cambio de signo político a partir de fin de año. Por lo que el día después de una decisión semejante en el Congreso podría reflejarse de manera dramática en los mercados.
Tampoco resulta una decisión anhelada por la opinión pública. Una encuesta de Fixer conocida esta semana reveló que un 53% está en desacuerdo con que se eliminen las PASO en las próximas presidenciales, mientras que un 30% está a favor.
En este contexto, crecen las posibilidades de que todo quede como está. Los legisladores oficialistas que hasta hace unos pocos días buscaban argumentos contra las primarias, hoy aclaran de entrada que no hay ningún proyecto presentado para eso. Y los tiempos se acortan, pues una decisión semejante debería tomarse este mismo año, o sea antes de que termine el período ordinario el 30 de noviembre. A menos que el presidente lo extienda, cosa que está en su facultad hacerlo, pero que ya está dicho no hará, al menos para tratar el tema de las PASO.
Un proyecto en ese sentido conspiraría contra la relación entre el FdT y JxC de cara al tratamiento del Presupuesto. Ya esta semana la oposición se puso en guardia cuando desde el oficialismo se sugirió la posibilidad de adelantar los tiempos una semana, y tal posibilidad se esfumó. Los votos estarán para aprobar la ley de leyes cuando llegue al recinto, el 26 de octubre; o el 25 y 26 si prospera la propuesta de Julio Cobos de evitar una sesión maratónica. Se advierte en Juntos por el Cambio disposición para que el Gobierno tenga su presupuesto, pero también un interés especial por auscultar los números del mismo, cuestión de evitar “trampas” que puedan quedarle sembradas al próximo gobierno, que esperan sea propio.
Complicó el clima de consenso que se advierte por estos días el final bochornoso que tuvo la sesión del miércoles pasado en Diputados, cuando un tema muy acordado como la expropiación del inmueble donde funcionó Cromañón, terminó entre gritos e insultos entre oficialismo y oposición, luego de que la camporista Paula Penacca, conspirara contra la aprobación de su propio proyecto al comparar la Argentina de 2001, con la del Gobierno anterior que “con un modelo económico neoliberal también expulsó a la juventud, a los científicos y científicas de nuestro país…”.
Curiosa actitud de quien es además secretaria Parlamentaria del bloque FdT y por lo tanto la que se encarga de reunir los votos para aprobar cada ley. La primera regla que debería tener en cuenta es que la oposición se queda con los discursos y el oficialismo con las leyes.
Fuente Parlamentario.com