El próximo domingo 25 habrá elecciones en Italia para renovar el parlamento: 400 miembros de la Cámara de Diputados y 200 miembros del Senado.

La importancia está en que de ese nuevo parlamento surgirá el próximo gobierno y según las encuestas son la derecha y la extrema derecha las favoritas.

Una campaña cruzada por la crisis social, los tarifazos y una agenda que intenta imponer la derecha que llegó a incluir el debate por la emisión de un capítulo de la serie británica de dibujos animados Peppa Pig porque aparece un personaje con dos madres.

Luego de está breve introducción para tener un contexto, hablemos de la persona que nos interesa: Giorgia Meloni, la líder del partido Fratelli d’Italia (Hermanos de Italia).

Los Hermanos de Italia son uno de los animadores en esta elección y según las encuestas rondan el 25% de los votos, sumado al 12% de la Liga del Norte, de Matteo Salvini, y el 8% de Silvio Berlusconi, está alianza tendría mayoría para formar gobierno.

Volvamos a Giorgia Meloni. A los 15 años se unió al “Frente de la Juventud” del partido neofascista Movimiento Social Italiano (MSI). Más tarde, dirigió la asociación estudiantil del sucesor del MSI, la Alianza Nacional y fue elegida para la Cámara de Diputados del Parlamento italiano en 2006.

En 2008 se convirtió en la ministra más joven de Italia. A los 31 años, asumió la cartera de Juventud en el Gobierno de Silvio Berlusconi. En 2012, Meloni fundó el partido Hermanos de Italia, que empezó a presidir dos años después.

En 2018 su partido apenas superó el 4% ¿Cómo se explica el crecimiento en estos años?

Una explicación puede ser el intento de Meloni para que en su partido no se hicieran más declaraciones extremas, ninguna referencia al fascismo y, sobre todo, no utilizaran el “saludo romano”, que es similar al “saludo nazi”, con el brazo derecho extendido. El partido debía ser dirigido hacia la “centro-derecha”.

También una campaña electoral con el lema populista “¡Primero Italia y los italianos!”. Exige más prestaciones familiares, menos burocracia europea, impuestos bajos y un alto a la inmigración.

En esto comparte discurso con el otro líder de la extrema derecha, Mateo Salvini; aunque este último habla mucho más abiertamente sobre romper con los mandatos de la Unión Europea e incluso habló contra las sanciones a Rusia.

Pero de fondo aparecen como expresión de la crisis de los partidos tradicionales italianos que durante los últimos años aplicaron los planes de austeridad impuestos por la Comisión Europea y el FMI.

La deuda italiana no paró de crecer, llegando a más del 150% de su PBI, y la respuesta siempre fue ajustar. Un ejemplo fue el último primer ministro, Mario Draghi, que antes fue presidente del Banco Central Europeo.

Estos años de empeoramiento en las condiciones de vida, algo que expresó brutalmente la pandemia, y la ausencia de respuesta de las direcciones sindicales para defender los derechos de los trabajadores, explican que la derecha pueda capitalizar la bronca.

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