Sobre las últimas jornadas del mes de diciembre, el presidente Alberto Fernández exhortó a los legisladores nacionales a trabajar durante el mes de enero. En concreto, pidió que se avance con sesiones extraordinarias para tratar los asuntos pendientes, especialmente el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y medidas que giraban en torno al Consenso Fiscal.
Sin embargo, nada de todo esto ocurrió y el Congreso Nacional dejó al presidente esperando. Fueron numerosos los factores que contribuyeron al plantón de los legisladores. Entre ellos, la profundización de la grieta interna del gobierno, cristalizada en la renuncia de Máximo Kirchner a la jefatura del bloque del Frente de Todos en la cámara de Diputados, la abultada agenda propuesta por Casa Rosada y la confusa gestión del ministro de Economía, Martín Guzmán, frente al FMI. Sin embargo, uno de ellos primó por sobre el resto: la debilidad política de Alberto Fernández, evidenciada en la imposibilidad de unir a su propia tropa, permitió que fuera posible (incluso sencillo) olvidar sus exigencias.
En consecuencia, todo apunta a que el Congreso volverá a trabajar el 1 de marzo, tal y como fue estipulado desde el principio, con el inicio de las sesiones ordinarias. La movida legislativa, sin embargo, no pasó desapercibida en el entorno del presidente Fernández, que tomó nota de los movimientos que tuvieron al respecto, durante el mes de enero, quienes supuestamente forman parte de su mismo espacio político.
La postura de Máximo Kirchner era esperable. La renuncia a la jefatura del bloque no fue casual, y el hijo de Cristina Fernández de Kirchner se dispuso a renegociar su posición dentro del Frente de Todos, especialmente en torno a la disposición en la estructura oficial de numerosos protagonistas de La Cámpora. Para ello, cuenta con importantes cajas nacionales para hacer de contrapeso en la negociación y, a priori, se ocupó de mostrar una indiferencia absoluta acerca del pedido de extraordinarias.
La misma postura obtuvo su madre, quien mantuvo un silencio atroz en el Senado en una muestra cabal del poco apoyo que pretende darle al presidente. Las disputas por las comisiones del cuerpo le vinieron como anillo al dedo para ganar tiempo y dejar las intenciones de Alberto Fernández en el olvido.
Con el sigilo que lo caracteriza, Sergio Massa fue el encargado de intentar unir las partes. Como suele hacer, el titular de la Cámara de Diputados organizó varias reuniones con los jefes de bloque para zanjar la cuestión de las comisiones pero, como era previsible, ninguna llegó hasta el momento a buen puerto.
Mientras las especulaciones sobre el acuerdo con el FMI continúan flotando en el aire del Congreso Nacional, desde Casa Rosada apuestan a lo que pueda hacer el nuevo jefe del Frente de Todos en Diputados, Germán Martínez. Para ello, comenzaron un acercamiento concreto con su jefe político, el ex ministro de Defensa, Agustín Rossi, quien se apresta para volver a ocupar un cargo a partir de marzo. Mientras tanto, el presidente Alberto Fernández continúa juntando las migajas de apoyo que recibe puertas adentro de su propio partido, buscando sumar peso propio de cara a una potencial reelección en el 2023 que, por ahora, se ve tan lejana como improbable. (www.REALPOLITIK.com.ar)