odo gobierno tiene una piedra en sus zapatos, un estigma que lo persigue hasta el final de su mandato. A Alfonsín lo persiguió la hiper, a Menem la corrupción, a De la Rúa la modorra, a Duhalde el corralito, a Néstor otra vez la corrupción y el relato, a Cristina la Grieta, y a Macri la deuda externa. Son todas marcas simplificadoras de una realidad mucho más compleja.

Alberto se autodenomina en la intimidad “el presidente de la Pandemia”. pero su piedra específica en el zapato se llamó Pfizer. Como escándalo que se fileteó en ese combo, el llamado vacunatorio VIP del ex ministro Ginés.

“Hasta le llegamos a ofrecer una cosa indigna”, señaló el Gordo escrachado en el avión que lo trajo de regreso de su paseo a Madrid. El ex funcionario militó siempre con AstraZeneca a través de su amigo Hugo Sigman.

La vacuna norteamericana tardó una eternidad en cerrar un acuerdo con el gobierno argentino. Las dudas sombrías agitaron todo tipo de especulaciones, ¿Coimas? ¿Condiciones que amenazaban la soberanía? 0 ¿capricho ideológico?

Como símbolo, Pfizer fue bandera de sectores opositores que reclamaron al gobierno por su tozudez y falta de perspectiva en el plan vacunatorio. Lo binario se tradujo: Sputnik (mala)-Pfizer( buena) o hasta una visión geopolítica sobre qué aliados o amigos quería realmente la Argentina.

La supuesta corrupción (denunciada pero nunca con pruebas) fue motivo de una mediación judicial entre Alberto y la apuntadora, Patricia Bullrich. El juicio sigue su camino.

El gobierno siempre negó esas especulaciones y trató de explicar los resultados magros con Pfizer por una cuestión pragmática: faltan vacunas. Sin embargo, Alberto llegó a tironear una pastilla de relato k. “Nos piden condiciones inaceptables”, deslizó sin ampliar el intringulis nunca. Todo quedó como el “vía algo feo” de Reutemann.

Como sea, el pragmatismo primó en el arranque de la campaña. Cristina dijo que se honrará la deuda con el FMI y  por su parte Vizzotti anunció 20 millones de dosis de la marca norteamericana que arribarán en este segundo semestre.

Los 100 mil muertos, que impúdicamente se manosean con los 30 mil desaparecidos, son una herida abierta y delicada en el uso que se haga en la campaña.

El oficialismno quiere cambiar el chip. Dar vuelta la página y vender futuro, abrazos , besos y algo de asado. El distanciamiento ahora es entre la gente y los voceros de una campaña atípica.

 

fuente https://www.expedientepolitico.com.ar/