El expresidente negó el patriarcado, se retractó y reconoció escándalos de corrupción en el kirchnerismo.
En una entrevista marcada por contradicciones y giros discursivos inesperados, el expresidente Alberto Fernández volvió a quedar expuesto en sus propias inconsistencias. En apenas unos minutos pasó de declararse vencedor del “patriarcado” a desdecirse, habló de denuncias falsas, cargó contra Claudio “Chiqui” Tapia y hasta reconoció hechos de corrupción cometidos durante los gobiernos kirchneristas.
El episodio comenzó cuando Fernández aseguró que durante su mandato “terminó con el patriarcado” y que entre él y Fabiola Yáñez “no hay ninguna desigualdad por ser hombre y mujer”. Segundos después se vio obligado a retractarse por la presión de los militantes que lo entrevistaron y reconoció que el “patriarcado” no se terminó. El exmandatario intentó recomponer su argumento deslizando que aún queda “terminar con la violencia”, pero sus idas y vueltas reflejaron la misma inconsistencia retórica que caracterizó a su administración.
A partir de allí, Fernández derivó hacia un nuevo frente: las denuncias falsas. El exjefe de Estado afirmó que, tras lo ocurrido en su propio ámbito personal, recibe enormes cantidades de mensajes de “personas que fueron denunciadas falsamente“. La declaración no pasó desapercibida, sobre todo en sectores que durante años cuestionaron al kirchnerismo por impulsar una política de género basada en consignas más simbólicas que eficaces, dejando a miles de varones en situación de indefensión jurídica.
Pero el diálogo tomó otro rumbo cuando Fernández decidió embestir al presidente de la AFA. “Yo amo al fútbol. Yo nunca quise que la política se meta en el fútbol. Cuando la política se mete, arruina el fútbol”, lanzó contra Chiqui Tapia, a quien hace tiempo se lo señala por utilizar la estructura de la AFA para beneficio propio y para sostener alianzas con el peronismo. Que el propio exmandatario critique esa mezcla no pasó inadvertido: el kirchnerismo construyó buena parte de su poder territorial gracias a su influencia en el fútbol, los clubes y el aparato barrial.
El momento más explosivo llegó cuando Fernández admitió que no piensa defender hechos de corrupción vinculados al kirchnerismo. En referencia al célebre caso de los bolsos arrojados por un convento, sentenció: “No voy a defender a un señor que todos vimos tirando bolsos de dinero por el muro de un convento, ¿cómo voy a defender eso?”. Una frase inusual en alguien que integró durante décadas el círculo más íntimo del peronismo y que intentó presentarse como garante moral de un espacio hundido en causas de corrupción.
Sus declaraciones reavivaron el debate sobre la responsabilidad del kirchnerismo en los escándalos de la última década. Mientras el gobierno de Javier Milei avanza con una agenda de transparencia y desregulación, el contraste con el caos discursivo de Fernández es evidente: el expresidente no logra explicar su propio legado, oscila entre contradicciones y termina entregando a su propio espacio político.
Derechadiario.com





















