En 2005 la Argentina kirchnerista fue sede la IV Cumbre de las Américas y Néstor rechazó el mayor acuerdo comercial del continente
El 5 de noviembre de 2005, Argentina fue sede de la IV Cumbre de las Américas en Mar del Plata. El encuentro reunía a 34 países para discutir la creación del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), el proyecto más ambicioso de integración económica del continente.
Era una ocasión histórica: un presidente de Estados Unidos —George W. Bush— había viajado al país con la intención de avanzar en un acuerdo que abriría mercados, multiplicaría inversiones y Argentina tenía la posibilidad de posicionarse como un socio relevante del hemisferio.
Pero lo que pudo ser una jornada de diálogo y liderazgo terminó en una lamentable escena de confrontación. Mientras una mayoría de países —29 de 34— se mostraban dispuestos a avanzar con el tratado, un grupo encabezado por Néstor Kirchner, Lula da Silva y Hugo Chávez decidió bloquearlo. En lugar de abrir las puertas al mundo, eligieron cerrarlas en un acto populista de egoísmo que marcó el rumbo del continente.
Intelectuales lograron resumirlo con crudeza: “fue un patético carnaval, no contra Bush, sino contra nosotros mismos”.
Dos posiciones, dos visiones de futuro
Por un lado, estaban quienes comprendían que el ALCA significaba el mayor acuerdo comercial del mundo en ese momento, una herramienta para combatir la pobreza a través del crecimiento y la integración. Países como México, Chile y Canadá ya demostraban que el libre comercio era un gran modelo para luchar contra la miseria y atraer inversiones.
Por el otro, la “alianza rebelde” —Kirchner, Lula y Chávez— decidió convertir la cumbre en una patética trinchera ideológica. En lugar de negociar mejores condiciones, prefirieron el espectáculo. Lula llegó a decir: “Nuestros problemas son nuestros”, rechazando cualquier posibilidad de ayuda externa. Y Chávez, en tono triunfalista, gritó desde el escenario montado en el Estadio Mundialista: “¡ALCA, ALCA… al carajo!”.
Mientras tanto, Bush se retiraba de Mar del Plata en silencio, y con él se iba una oportunidad que tardamos muchísimo tiempo en recuperar.
Veinte años después, Argentina decide revertir ese rumbo: hoy el discurso oficial ya no promueve una vulgar hostilidad hacia Estados Unidos, sino que busca recuperar y continuar fomentando los vínculos con el mundo occidental y las sociedades más desarrolladas. El país que antes gritaba “no” al mundo, hoy intenta volver a decir “sí” a la inversión y al progreso.
Populismo, soberanía y autodestrucción
Un pensador escribió muy acertadamente que aquella cumbre mostró “la tendencia tanática de la Argentina, sazonada con el macabro deleite por la autodestrucción”. Lo que el escritor definía como “un patético carnaval” fue la expresión más gráfica del populismo: denunciar un enemigo inexistente para abrir los brazos a la miseria y aplaudir al poder de turno.
Aquella Argentina, en lugar de seguir el ejemplo de países vecinos como Chile —que firmaba acuerdos de libre comercio incluso con China—, optó por el aislamiento. Rechazó la posibilidad de consolidar una alianza con las potencias más abiertas y se alineó con regímenes que restringían libertades y destruían su economía. ¿Puede haber mayor contradicción que gritar por soberanía mientras se condena al país al atraso?
Dos décadas después, la Argentina atraviesa un giro de 180 grados. Mientras en 2005 Néstor Kirchner recibía de forma nefasta a un primer mandatario estadounidense, hoy Javier Milei entiende la necesidad de restablecer el diálogo con Estados Unidos y el mundo occidental.
Esa transformación no borra automáticamente el pasado, pero busca la manera de superarlo: el “No al ALCA” no fue un acto de soberanía, sino un símbolo del extravío nacional. La consigna que entonces se festejó como una victoria popular hoy se entiende como lo que realmente fue: una derrota histórica frente a la modernidad y el desarrollo.
Veinte años después, mientras el Gobierno argentino vuelve a tender puentes con el mundo libre, aquel eco de Mar del Plata resuena como advertencia para que recordemos el país que fuimos mientras pensamos el país que deseamos ser.
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