El derrumbe electoral K en territorio cordobés confirma una provincia que respalda el rumbo de cambios del gobierno nacional
Durante casi dos décadas, el kirchnerismo quiso instalar su proyecto en Córdoba, pero la sociedad provincial eligió rechazar con firmeza ese modelo fracasado. La última elección sepultó esa aspiración, dejando al Frente Patria sin bancas y confirmando que Córdoba mantiene una convicción política liberal y firme. Pablo Carro no renovará en el Congreso y el espacio obtuvo apenas el 5%, rompiendo su piso histórico y borrando cualquier rastro de influencia.
El derrumbe fue claro desde 2015, cuando pasaron de cuatro diputados a una caída constante, perdiendo representación en cada ciclo electoral posterior. En cada votación, el apoyo disminuyó hasta este desenlace, donde la ciudadanía cordobesa expresó hartazgo frente al relato populista y la intervención estatal. El voto provincial respalda reformas, orden institucional y responsabilidad fiscal, valores incompatibles con el modelo kirchnerista impulsado durante años.
En 2011 alcanzaron casi el 35% de los votos para diputados, pero ese apoyo se desvaneció cuando la gestión nacional mostró límites y costos evidentes. La sociedad cordobesa dejó de acompañar al kirchnerismo y reforzó su decisión de evitar volver al pasado de privilegios, confrontación política y gasto sin control. La pérdida de confianza fue total, mostrando que Córdoba prioriza libertad económica, respeto institucional y responsabilidad personal sobre el modelo kirchnerista.
Una provincia que nunca compró el relato K
Incluso en 2009, con una elección pobre, la fuerza logró una banca, pero esta vez ni esa representación mínima pudo sostener en este escenario decisivo. La comparación con más de 300 mil votos de Massa en las presidenciales resalta la caída, mostrando la falta de raíces territoriales reales en Córdoba. Para un espacio dependiente de liderazgo vertical y mística militante, este resultado confirma un quiebre cultural profundo en la provincia.
En 2019 consiguieron dos bancas, pero esa mejora fugaz fue solo una excepción impulsada por un contexto nacional y no por estructura local sólida. Lejos de revertir su declive, hoy quedan con una sola representante cordobesa (Gabriela Estévez), sin aparato territorial ni horizonte político de reconstrucción. Córdoba consolida su papel como muro democrático contra el kirchnerismo, ratificando una identidad moderna y productiva que apuesta por avanzar sin ataduras.
La caída no sorprende, porque Córdoba siempre mantuvo una relación crítica con el poder central kirchnerista y con sus prácticas personalistas. Los votantes eligieron estabilidad, competitividad y austeridad en lugar de clientelismo, épica artificial y expansión del gasto público sin control. Esta elección marca un mensaje claro: Córdoba deja al kirchnerismo fuera de escena y abraza una etapa basada en libertad, orden y responsabilidad individual.
Derechadiario.com























