Alejandro “Pitu” Salvatierra, ex ladrón de bancos y puntero kirchnerista, fue detenido por drogas pero igualmente asumirá una banca en la Legislatura porteña por el kirchnerismo.
Alejandro “Pitu” Salvatierra se convirtió en un símbolo del fracaso moral del kirchnerismo. El ex delincuente, que en su juventud integró bandas dedicadas a robar bancos, hoy aparece en las listas del espacio Fuerza Patria, una corriente kirchnerista, y será legislador en diciembre.
Su historia, lejos de ser una superación personal, muestra cómo la política puede blanquear trayectorias criminales cuando sirven a un proyecto partidario. Mientras desde el kirchnerismo acusan a José Luis Espert de tener lazos con el narco, el propio Salvatierra fue detenido con 16 envoltorios de pasta base listos para su comercialización, según publicó Infobae.
El episodio deja al descubierto la contradicción de un movimiento político que habla de inclusión social mientras promueve a figuras con antecedentes penales. En lugar de priorizar a dirigentes honestos, el kirchnerismo vuelve a apostar por personajes con pasado delictivo que se presentan como “víctimas del sistema”.
Fueros para el escándalo
A partir de diciembre, cuando asuma su banca en la Legislatura, Salvatierra gozará de fueros, lo que le otorgará protección frente a eventuales causas judiciales. La situación genera indignación entre los vecinos y sectores de la oposición, que reclaman la revisión de los criterios de selección de candidatos.
Mientras tanto, en los barrios donde el “Pitu” conserva poder territorial, se multiplican las denuncias por aprietes, uso clientelar de los recursos sociales y vínculos con economías ilegales. Para muchos, su llegada al recinto legislativo representa una degradación institucional difícil de justificar.
Una señal peligrosa
El caso de Alejandro “Pitu” Salvatierra resume el deterioro ético del kirchnerismo. Convertir a un ex ladrón de bancos, con antecedentes por drogas, en representante del pueblo no solo es una provocación: es una muestra del tipo de liderazgo que se premia dentro de ese espacio político.
Con su banca garantizada, el “Pitu” tendrá inmunidad y micrófono, mientras el oficialismo intentará reescribir su historia como una “segunda oportunidad”. Pero para la sociedad, su caso es una advertencia: cuando el delito se convierte en credencial política, la democracia pierde sentido.
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