Contra todos los pronósticos, el gobierno mejoró su posición parlamentaria y quedó frente a una prueba decisiva: transformar el capital político en leyes concretas. Reforma laboral, Presupuesto e inflación marcan un verano de alto riesgo, con números ajustados en el Senado, protestas en la calle y una economía que vuelve a tensionar la promesa presidencial de resultados rápidos.
Aliviado por el rotundo éxito electoral alcanzado el 26 de octubre, el presidente Javier Milei disfruta de esos efectos que le permiten matizar resultados incompletos de su política, pero ahora se enfrenta a la necesidad de conseguir los objetivos que se supone deberían estar ahora sí a su alcance tras la relación de fuerzas revertida en el Congreso.
Como hemos dicho, el propio presidente se había planteado un techo bien bajo cuando en la semana previa a los comicios anticipó su conformidad con alcanzar el tercio necesario para sostener los vetos. Un límite demasiado escueto para cualquier oficialismo, pero insuficiente para alcanzar las reformas prometidas por Javier Milei. El éxito electoral fue contundente, pero como ya habíamos anticipado no alcanzaría para que La Libertad Avanza siquiera llegara a ostentar la condición de primera minoría.
Cosa que logró finalmente cuando el oficialismo decidió abrir los grifos y habilitar el desarme completo del bloque Pro, que a partir de ello se disolvió en un 50 por ciento. De manera inversa, La Libertad Avanza vio crecer su número en la Cámara de Diputados en un 20 por ciento, en tanto que en el Senado el incremento del diminuto bloque oficialista se disparó en un 250 por ciento.
Semejante crecimiento en las dos cámaras llenó de responsabilidades al Gobierno nacional, que es por ello que ahora afronta la responsabilidad de emprender las reformas prometidas no solo durante la campaña, sino en lo que va de la gestión. La convocatoria a extraordinarias dejó claro que las prioridades oficiales son la modernización laboral, la reforma del Código Penal y aprobar, ahora sí, un presupuesto nacional -no porque lo desee íntimamente, sino porque se lo exigen las circunstancias y los organismos internacionales que apoyan a esta gestión-. Tres de las seis leyes pedidas al Congreso para este verano -las restantes tienen también su valor, pero no son determinantes-.
El verano es largo, y a priori la exigencia principal era de carácter formal y estaba representada por el Presupuesto 2026. Innecesariamente figuras oficiales se sumaron autoexigencias. Fundamentalmente la reforma laboral, que sorpresivamente se propusieron aprobar en el Senado antes de terminar el año, cuando todo indicaba que ese proyecto quedaría para debatir durante el resto del verano, y terminar de paso el año sin protestas masivas en las calles. Recordemos siempre que un espejo en el que se mira esta administración está en Cambiemos: el gobierno de Mauricio Macri ganó en 2017 por un porcentaje similar al de Milei y parte de su buen aura se consumió en las protestas contra la reforma previsional -recordar las 14 toneladas de piedras-. Ahora la CGT ha convocado a una movilización para el jueves 18, que esperan supere las 150 mil personas. La marcha contará con el respaldo de las otras centrales sindicales, gremios combativos y la izquierda.
Con aires de autosuficiencia, Patricia Bullrich quiere estrenar su traje de jefa del bloque oficialista del Senado aprobando la reforma laboral antes de fin de año. El proyecto no tiene medias tintas; es por demás ambicioso. La iniciativa tiene componentes que son parte de la prédica de la exministra de Seguridad, como las medidas antibloqueo, sin olvidar que desde hace un cuarto de siglo mantiene una contienda personal con los popes sindicales.
Por eso ella será protagonista principal de este debate y en tal sentido será quien encabeces la Comisión de Trabajo y Previsión Social donde se debatirá el tema. Patricia Bullrich quería arrancar con el tratamiento del proyecto de modernización laboral al día siguiente de la apertura de extraordinarias, cosa que no pudo porque el proyecto todavía no había sido mandado aún al Congreso. El argumento oficial fue que el presidente Milei tenía que firmarlo, de ahí la demora en presentarlo; pero todo el mundo interpretó que había artículos que querían resolver antes de que el proyecto saliera a la luz. La verdad es que para estos casos no corre la firma digital, y el presidente debía estar en el país para rubricar el texto, tal cual establece el artículo 88° de la Constitución; de lo contrario debería haberlo suscripto Victoria Villarruel -impensable-, o sino el presidente provisional Bartolomé Abdala, quien el lunes a la noche quedó a cargo del Poder Ejecutivo por estar la vice en España.
El viaje a Noruega, para participar de la premiación de Corina Machado con el Premio Nobel de la Paz, le terminó jugando en contra a Milei, que emprendió su viaje de vuelta sin ver a la líder venezolana que terminó llegando más tarde. Lo que llevó al siempre muy crítico ex diputado nacional Alejandro “Topo” Rodríguez a postear: “Nunca antes un presidente argentino había completado casi 25.000 kms. -entre ida y vuelta- para pasar una noche fuera del país, sin agenda”.
Con los tiempos muy acotados, el oficialismo intentará esta semana emitir dictamen del proyecto de modernización laboral y tratar de llevarlo al recinto entre el 29 y 30 de diciembre. Debería convertir en ley en esas mismas fechas el Presupuesto 2026. Más allá de la agenda, La Libertad Avanza deberá asegurarse para entonces al menos 37 votos que deberán salir de los 21 senadores propios, 3 del Pro y 10 radicales que imaginan votando a favor, en tanto que los tres restantes deberían salir de la chubutense Edith Terenzi; los 2 de Unidad Federal; la senadora neuquina; la tucumana Beatriz Ávila, y los 2 misioneros de Carlos Rovira. No le será sencillo al oficialismo conseguir 3 de esos 7 votos sobre un tema tan controversial. Esto es, que el peronismo haya perdido su poder de fuego en el Senado, no es señal de que La Libertad Avanza tenga allí aseguradas las leyes. Hay en el Senado un escenario tan ajustado como decisivo para el Gobierno, que no puede perder esa votación.
La inflación indoblegable
Hablábamos al principio de la necesidad oficial de matizar resultados incompletos de su política, en el inicio de un camino hacia las presidenciales. Será una cuenta regresiva para la paciencia de un electorado que le dio al Gobierno un crédito amplio hace un mes y medio, a la espera de más resultados que explicaciones. Y el jueves llegó con un dato negativo en ese sentido.
No por esperado, el número revelado por el INDEC dejó de encender luces de alarma en el Gobierno, que sabe que el freno a la inflación es su mayor activo, pero esa política muestra en el último trimestre una carrera ascendente que tampoco se frenará en diciembre: septiembre 2,1%; octubre 2,3%; noviembre 2,5%. Según estiman los economistas, recién en enero podría volver a haber una inflación que inicie con uno.
Noviembre volvió a mostrar señales de aceleración, impulsado por un aumento fuerte de las bebidas no alcohólicas y un impacto significativo del aumento de la carne. El economista y director de Analytica, Claudio Caprarulo, analiza que el desempeño general aún se compara relativamente bien con el año pasado: “Si vemos la foto de este año y la del anterior, sigue siendo un buen registro porque hubo un 100% anual. El gran interrogante es cómo se va a sostener en 2026”.
Para este economista, el frente cambiario sigue siendo el principal foco de incertidumbre: “Lo que no está resuelto es el tema de la oferta y la demanda de dólares, y uno de los objetivos del Gobierno es mostrar buenos datos inflacionarios”.
Sobre todo teniendo en cuenta que el propio presidente se ha comprometido a alcanzar “inflación cero” en el mes de agosto. A la luz de los hechos, un objetivo demasiado ambicioso, que tensiona la narrativa oficial y anticipa un 2026 donde la economía será juez y parte, y en el que al paciencia social puede ser tan volátil como los precios.
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