Especialistas en seguridad advierten que la Argentina debe reforzar controles ante posibles focos de adoctrinamiento y financiamiento externo.
La reciente inauguración de la primera mezquita en Olavarría, encabezada por un maestro sufí llegado desde Turquía, volvió a encender las alertas sobre el avance de estructuras religiosas islámicas en el interior del país. Aunque la apertura fue presentada como un gesto de pluralidad, expertos en seguridad y analistas regionales advierten riesgos de radicalización o adoctrinamiento encubierto.
El evento contó con la presencia del líder de la orden Naqshbandi, Mawlana Shaykh Muhammad Adil Efendi, quien arribó desde Estambul como parte de una gira por Sudamérica. Su paso por Argentina, Brasil, Chile y otros países forma parte de una red de expansión de ramas islámicas impulsadas desde el exterior.
“La idea de construir una mezquita en Olavarría es vieja. Nosotros los musulmanes estamos desde hace 16 años, yo soy nativo de acá y trajimos el Islam en marzo de 2010. Arranca en esa fecha entre comillas, porque acá hay gente que es musulmana y no está enterada” relató Yasuf, miembro de la comunidad. En un contexto global marcado por el resurgir de los fundamentalismos religiosos, la llegada de figuras internacionales a comunidades pequeñas del país no pasa desapercibida.
Analistas en temas religiosos coincidieron en que la libertad de culto no puede confundirse con falta de control institucional. “La mayoría de los musulmanes del país practican su fe pacíficamente, pero el Estado debe garantizar que ninguna mezquita funcione como canal de influencia política o económica extranjera”, señalaron.
Argentina mantiene relaciones diplomáticas con naciones donde el islam político tiene peso institucional —como Irán o Turquía—, y ya hubo antecedentes preocupantes. En 2013, informes de la ex Secretaría de Inteligencia (SIDE) mencionaban la posible infiltración de agentes vinculados al régimen iraní en centros culturales del conurbano bonaerense. El ataque terrorista contra la AMIA sigue siendo una herida abierta que recuerda la necesidad de vigilancia activa ante cualquier red con vínculos internacionales opacos.
En un país donde la convivencia interreligiosa es histórica, la expansión de mezquitas y centros islámicos debería ir acompañada de mayor transparencia administrativa, registros claros de financiamiento y supervisión diplomática. La libertad de culto, sostienen los expertos, solo se fortalece cuando se garantiza que la religión no sea vehículo para la intereses externos o la violencia.
En el caso de Olavarría, el templo fue presentado como “un refugio para la humanidad”, pero su inauguración, con financiamiento no declarado, plantea interrogantes legítimos. ¿De dónde provienen los fondos? ¿Qué tipo de formación imparten sus líderes?
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