Los mandatarios rubricarán este martes la primera fase de un amplio acuerdo de cooperación entre Argentina y EEUU.
En el corazón de Washington, bajo el peso de una agenda que trasciende las formalidades diplomáticas, los presidentes Javier Milei y Donald Trump consuman este martes un encuentro que podría marcar el giro decisivo en las relaciones de ambos países.
La Casa Blanca será testigo de un apretón de manos entre dos figuras que comparten retórica, credo y hasta la idea de una alianza que hilvane determinado tipo de decisiones, todas ellas pensadas desde la contienda geopolítica que mantienen Estados Unidos y China.
Para la Argentina, es un punto de inflexión, donde la fragilidad financiera y macroeconómica -siempre al borde del abismo-, se entrelaza con las ambiciones de un gobierno libertario que busca salir a flote después de su derrota en la última elección provincial en Buenos Aires.
La sintonía entre Milei y Trump no es un secreto: desde las campañas electorales que los catapultaron al poder, ambos han forjado un lazo que va más allá de lo protocolar, alimentado por una visión compartida de desregulación y rechazo al multilateralismo, que perciben como un forceps muchas veces impuesto por élites ajenas a sus círculos de poder.
En la Casa Rosada ven este encuentro como una oportunidad para anclar el modelo de “terapia de shock”, con un respaldo externo que permita evitar el colapso financiero y cambiario, resetear la parálisis legislativa para las iniciativas del Gobierno en el Congreso y administrar las presiones de un Fondo Monetario Internacional (FMI), que venía exigiendo condiciones cada vez más duras en materia de reservas para el Banco Central.
Trump, por su parte, ve en Milei no solo a un aliado ideológico, sino a un socio táctico en su cruzada contra la expansión china en América Latina.
Las tensiones comerciales entre EEUU y China han escalado a nuevos aranceles y bloqueos tecnológicos, mientras la guerra en Ucrania y las disputas por el control de rutas marítimas redibujan las cadenas de suministro globales. En este escenario, y ante los ojos de Trump, Argentina emerge como un nodo crítico, con sus vastas reservas de litio, cobre y tierras raras, que son la clave de la transición energética.
La administración Trump, consciente de que el dominio chino en estos recursos podría hipotecar la supremacía tecnológica estadounidense ha optado por una intervención directa que va más allá de la retórica. El rescate financiero ya en marcha, materializado en un intercambio de divisas por u$s20.000 millones que inyectará liquidez inmediata al Banco Central, es para Estados Unidos una “inversión en estabilidad regional”.
En los hechos, no solo alivia la presión cambiaria, sino que pavimenta el camino para un nuevo programa con el FMI, aún en gestación pero con el aval explícito de Washington.
La reunión de hoy, precedida por un almuerzo de trabajo en la Sala de Gabinete y una ceremonia de entrega de la Medalla de la Libertad, servirá para pulir los detalles y proyectar una imagen de unidad inquebrantable.
Pero este pacto no es un cheque en blanco. Implica concesiones: desde la reorientación de alianzas comerciales hasta la forja de consensos internos que garanticen la viabilidad de reformas estructurales. En la mirada de Trump, Milei necesita este espaldarazo para apuntalar su reelección en 2027 y neutralizar las embestidas de una oposición fragmentada. El líder estadounidense apuesta por un Milei fortalecido como contrapeso a la influencia de Pekín, que ha tejido una red de proyectos regionales. Podrían reconocerse al menos cinco claves nodales del acuerdo.
1- Enfriamiento de las relaciones con China
El eje central del pacto radica en una reorientación geopolítica clara y profunda: Argentina se compromete a distanciarse progresivamente de Pekín, comenzando por la revisión exhaustiva y la paralización gradual de iniciativas clave que han marcado la presencia china en el territorio nacional durante la última década. Esto abarca no solo proyectos emblemáticos como las represas hidroeléctricas en Santa Cruz, los satélites del programa SAOCOM financiados por el régimen asiático o las bases de datos y centros de procesamiento en el norte del país, sino también acuerdos de cooperación en minería y energías renovables que han inyectado miles de millones de dólares. Washington piensa que esto es a costa de una “dependencia estratégica” que califica como “insostenible”.
En una fase posterior, pero con plazos definidos probablemente en el memorando de entendimiento que se firmará hoy, se contemplará la sustitución total del swap cambiario vigente de u$s18.000 millones con el Banco Popular de China —un mecanismo que ha sido vital para las reservas del BCRA pero que ahora se percibe como una puerta trasera para la influencia económica de Pekín.
2- Estabilización financiera directa desde el tesoro estadounidense
A modo de contrapartida inmediata y tangible, EEUU activará mecanismos de auxilio que inyecten liquidez y contengan volatilidades cambiarias, mediante intervenciones directas en los mercados y un fondo de estabilización que proteja el plan económico y financiero del Gobierno de las turbulencias internas y externas.
El pilar de esta asistencia es un swap cambiario por u$s20.000 millones, que se materializará en los próximos días y que no solo aliviará la presión inmediata sobre las reservas netas del Banco Central, sino que también incrementará el colchón de divisas disponibles para garantizar los próximos vencimientos de la deuda, defender el tipo de cambio del nuevo nivel de equilibrio que se defina luego del 26 de octubre y financiar importaciones esenciales. Se trata de una especie de “escudo” ante shocks globales como las alzas en las tasas de interés de la Fed que podrían venir en un futuro (por ahora lejano) o las fluctuaciones en los precios de las commodities.
Para Milei, esta inyección no solo representa un bálsamo para la crisis de balanza de pagos, sino una especie de aval político que fortalece -de forma artificial- su narrativa de “éxito del modelo” en vísperas de elecciones legislativas. Sin embargo, el swap conlleva condiciones implícitas, como auditorías periódicas sobre el uso de fondos y un compromiso de transparencia que podría exponer vulnerabilidades fiscales, recordándonos que la generosidad de Washington siempre viene atada a la lealtad estratégica.
3- Exclusión de China de inversiones estratégicas
Es probable que se establezca un régimen de veto sistemático y multifacético a la participación china en concursos públicos relacionados con comunicaciones, despliegue de redes 5G, ciberseguridad y cualquier infraestructura digital sensible, extendiéndose a un embargo integral sobre aportes de capital en sectores vitales como minerales críticos, litio, cobre y tierras raras, que representan el 60% de las reservas globales accesibles en el Triángulo del Litio. La idea de Washington es que esta cláusula, que se implementará mediante decretos ejecutivos en Buenos Aires y cláusulas en tratados bilaterales con EE.UU, fortalezca la cadena de suministro estadounidense al asegurar que los recursos argentinos —esenciales para baterías de vehículos eléctricos, semiconductores y energías limpias— fluyan prioritariamente hacia aliados occidentales como Tesla, General Motors o incluso startups de Silicon Valley interesadas en joint ventures.
El bloqueo no solo implica la revisión de contratos existentes, como los de Huawei en telecomunicaciones o las exploraciones mineras de empresas estatales chinas en Salta y Jujuy, sino también incentivos para inversores locales y extranjeros que alineen con estándares de “seguridad nacional” definidos por el Pentágono, reduciendo así la vulnerabilidad de la región ante la dominancia asiática en tecnologías duales.
4- Asistencia financiera a través de J.P. Morgan y el Eximbank
El acuerdo incorpora un paquete de financiamiento innovador y de envergadura histórica, probablemente liderado por J.P. Morgan, en sintonía con la Casa Blanca y el Departamento del Tesoro. Esto movilizará recursos para proyectos de inversión estratégica en manufactura avanzada, defensa, energías renovables y digitalización de la economía local. Se trata de un mecanismo que podría sumar hasta u$s15.000 millones en préstamos sindicados y garantías en los primeros dos años, y se complementa con el respaldo del Export-Import Bank de Estados Unidos (Eximbank), que facilitaría financiamiento para exportaciones e importaciones clave, bajando drásticamente el costo de capital para empresas locales.
La alineación con J.P. Morgan no es casual: el banco, con su vasta red en Wall Street y experiencia en reestructuraciones soberanas, actuaría como puente para emisiones de bonos argentinos en dólares con tasas preferenciales, catalizando acuerdos en data centers, minería de litio y hasta programas de modernización militar.
Para el gobierno mileísta, esta asistencia representa un multiplicador de inversión privada que podría estabilizar el riesgo país por debajo de los 1.000 puntos básicos, a cambio de la eliminación de barreras arancelarias a productos provenientes de Estados Unidos. En los pasillos de la Casa Blanca se habla que el paquete de inversiones privadas para destinar a la Argentina alcanzaría los u$s70.000 millones. No se descarta que se anuncie el acuerdo arancelario entre los Estados Unidos y Argentina.
5- Compromiso por mayor gobernabilidad y avance de reformas
Finalmente, el gobierno mileísta se obliga a tejer consensos internos amplios y duraderos para potenciar su capacidad política, impulsando un esquema de coalición pragmática con fuerzas políticas clave como el PRO —encabezado por figuras como el ex presidente Mauricio Macri— y el bloque de gobernadores de Provincias Unidas. El objetivo es consolidar la posibilidad de bloquear las iniciativas de la oposición peronista en ambas cámaras del Congreso y blindar la agenda de transformaciones que pide el FMI.
Este compromiso no es meramente declarativo: incluye la negociación de un “pacto de gobernabilidad” que asegure el avance de las reformas previsional, tributaria y laboral. Todo ello alineado con un renovado programa del FMI, aún en fase inicial de negociación.
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