Martín Guzmán le había pedido el control del Banco Central y del área de Energía de su ministerio, indispensables para poder gestionar en un momento de crisis. Alberto dijo sí –como tantas otras veces- pero no hizo nada. Guzmán se hartó y pegó el portazo, en sintonía con la exposición de Cristina Fernández de Kirchner en el homenaje a un nuevo aniversario de la muerte de Juan Perón.

A partir de entonces todo fue desesperación y confusión. Alberto decidió refugiarse en un círculo íntimo cada vez más estrecho, compuesto por la portavoz presidencial, Gabriela Cerruti, y Juan Pablo Biondi durante toda la tarde/noche del sábado, para tratar de encontrarle el agujero al mate. Pero no había caso: el mate no tenía agujero.

Alberto sabía que si convocaba a Sergio Massa era para designarlo primer ministro de hecho y entregarle el control no sólo del área económica, sino el gabinete en pleno. Las conversaciones durante los dos últimos viajes internacionales le habían convencido que el líder del Frente Renovador no se conformaría con menos, por lo que se decidió postergar la reunión hasta el domingo a la mañana. Entretanto se hicieron consultas diversas a economistas, y todos dijeron que no. Ni Martín Redrado, ni Emmanuel Alvarez Agis, ni Cecilia Todesca, ni Mercedes Marcó del Pont. Los más fantasiosos especularon con una convocatoria a Carlos Melconian, que nunca se llegó a producir.

El problema de fondo radicaba en que la solución que proponía Massa incluía una reforma profunda del gabinete: bajar a diez ministerios, impulsar una política orgánica, conseguir el respaldo de la oposición para afrontar cambios drásticos. De este modo, Alberto pasaría  convertirse en un paria dentro de su propio gobierno, o es lo que creyó, por lo que desechó la alternativa.

El otro problema radicaba en la reacción de Cristina, que debía ser fruto de la especulación ya que el presidente insistía a negarse a hablar con ella. Mientras tanto, el dólar paralelo mantenía su cotización de 279 pesos que había alcanzado ya el sábado en los mercados que funcionarn 24×7, y a medida que pasaban las horas la disparada que pudiera experimentar el lunes espantaba hasta a los más valientes.

Ni Alberto ni Cristina daban el brazo a torcer, y la alternativa de Massa había sido descartada. Las horas transcurrían en medio de los caprichos de ambos. Hasta que intervino Estela de Carlotto, quien disciplinó al presidente recordándole que el destino de la patria era lo que estaba en juego. “La llamé y no me atendió”, argumentó Alberto como un niño travieso. “¿Sabés cuántas veces tuvimos que llamar sin que nos atendieran nosotras?”, fue la respuesta de la titular de Abuelas de Plaza de Mayo. Game Over.

Alberto finalmente se comunicó con Cristina. La conversación se inició en términos muy agresivos. Finalmente, en apenas cinco minutos la vicepresidenta impuso el nombre de la sucesora: Silvina Batakis. Nacida en el riñón del sciolismo, Batakis venía desempeñándose como secretaria de Provincias, en el área del ministerio del Interior encabezado por Wado de Pedro. Antes había sido la primera mujer a cargo de la cartera de Economía de la provincia de Buenos Aires entre 2011 y 2015, gozando de una opinión muy favorable dentro del peronismo y el cristinismo.

La manera de comunicar el acuerdo fue tan desprolija como se caracteriza el gobierno nacional. Apenas una publicación en la cuenta de Twitter personal de Gabriela Cerruti, con problemas de redacción: “El Presidente @Alferdez designó a Silvina Batakis al frente del ministerio de Ecomía (sic). Batakis es una reconocida economista que cumplió esa función en la provincia de Buenos Aires entre 2011 y 2015”.

El texto de la publicación demuestra la decepción de Cerruti ante el nuevo quiebre de muñeca que le impuso Cristina al presidente. Si bien se esperan otros cambios y unificaciones de ministerios, hasta ahora todo es especulación. Este domingo a la noche se cerró con Cristina derrotando a Alberto, y con un Daniel Scioli como impensado ganador del conflicto. Más aún si se llegara a confirmar la unificación de Producción y Agricultura bajo su mando, a lo que ahora se suma Economía.

El problema es que un simple recambio de funcionarios no alcanza para calmar las expectativas de los mercados.  ¿Tiene Batakis el equipo y el programa necesarios para combatir la inflación, frenar la estampida del dólar e imponer un punto de inflexión a la declinante gestión económica del gobierno de Alberto Fernández? ¿Qué asegura que este lunes los dólares paralelos no se dispararán a partir de los sucesos del fin de semana? Y, finalmente, ¿basta con un simple cambio de nombres para revertir el desconcierto y la imprevisibilidad que reinan en nuestro país?

Batakis no sólo deberá resolver el futuro de la conducción del Banco Central –uno de los últimos “funcionarios que no funcionan” que quedan en funciones, Miguel Pesce-, y qué hacer con la segmentación tarifaria que había tomado a su cargo Martín Guzmán. La relación con el cristinismo no parece ser un problema, ni tampoco con los gobernadores peronistas ni los sindicatos. El desafío está afuera, en los mercados que no querrán ceder su descontrolado avance en la apropiación de la renta, y en una oposición que sabe que, si a Batakis le va bien, Daniel Scioli pasará a convertirse en un candidato con serias posibilidades de convertirse en presidente el año próximo.

De este modo, aún sin decirlo, Alberto debió resignar su pretensión presidencial y ceder una vez más ante las imposiciones de Cristina, y aún le queda compensar las gestiones de Sergio Massa para posibilitar el acercamiento.

¿Qué pasará este lunes y los días subsiguientes? ¿Habrá efectivamente feriado cambiario para tratar de contener la estampida del dólar? ¿Cuándo se presentará el nuevo programa económico? ¿Hasta dónde llegará el recambio en el gabinete?

Demasiadas preguntas y ninguna respuesta. Un tuit personal de la portavoz no es la manera de salir de una crisis que amenazó con volverse terminal. Pero la desprolijidad y la improvisación son el ADN de Alberto Fernández que le impuso hasta ahora a su gestión.

Si se continúa por ese camino, ni Batakis, ni la Mujer Maravilla, podrán obtener resultado alguno. Tal vez lo mejor para los argentinos sería que Alberto Fernández descansara una temporada en Ascochinga, para evitar seguir haciendo daño a la calidad de vida de todos los argentinos. (www.REALPOLITIK.com.ar)