-Me voy, la flaca se va, Evita se va a descansar – dijo con un hilo de voz.

Eran poco más de las 11 de la mañana del 26 de julio de 1952 cuando Eva Duarte de Perón miró a su mucama Hilda Cabrera de Ferrari y pronunció las que serían sus últimas palabras. Ya no volvió a hablar y cinco horas después entró en coma.

Eva Perón, ya muy enferma, rodeada por Juan Domingo Perón, y los doctores Raúl Mendé, Armando Mendez San Martín, Roberto Goyenechea, Ricardo Finocchieto, Jorge Albertelli y Raúl Apold. (Foto: Cien días de Eva Perón)

 

Este relato del último momento de lucidez de Evita, que está lejos de cualquier pretensión mitológica, corresponde a la enfermera María Eugenia Álvarez, por entonces de 23 años, una de las dos personas –junto con Cabrera– que estaban con ella cuando las pronunció, casi perdida entre las sábanas de la cama que le habían instalado en el vestidor próximo al dormitorio de Juan Domingo Perón en el Palacio Unzué, por entonces residencia presidencial que se levantaba en los terrenos de la actual Biblioteca Nacional.