La anécdota versa que en la campaña presidencial argentina de 1989, Carlos Menem y Eduardo Duhalde se encontraban en una habitación de los muchos hoteles en los que se alojaron durante la gira. Mientras Menem hacía zapping en la TV, Duhalde le hablaba de algunas ideas en caso de llegar al gobierno, y le mencionó la necesidad de hacer una “revolución productiva”. Menem detuvo su atención en la pantalla chica, se dio vuelta, y entusiasmado lo interrumpió: “Eso Eduardo, eso. ¡Vamos a prometer una revolución productiva!”. Años después de la década menemista, que nada tuvo de revolucionaria y mucho menos de productiva, el ex presidente riojano confesaría: “Si hubiera dicho lo que iba a hacer, no me votaba nadie”.

Las promesas de campaña se han convertido en las últimas décadas en un recurso político mendaz. Con los partidos políticos tradicionales en extinción y sin las desaparecidas plataformas políticas, el capital del candidato es su credibilidad y sus promesas, la mayoría de las veces, incumplidas cuando ya es gobierno.

Si hoy el candidato presidencial de Unión por la Esperanza (UNES), Andrés Arauz, hombre del ex presidente Rafael Correa, alcanza la primera magistratura de Ecuador, buena parte de su éxito se deberá a las promesas que cobran un valor supremo -pero también de mayor responsabilidad- en un contexto de pandemia. En particular, si están vinculadas con la solución a ese flagelo.

“Hace hace pocos meses me reuní con el presidente de Argentina, Alberto Fernández, y nos ha garantizado una dotación de 4,4 millones de dosis para poder atender a ustedes, ecuatorianos”, prometió Arauz, mirando a la cámara, durante un debate presidencial. En esa oportunidad también visitó y se fotografió junto a Cristina Kirchner.

Rafael Correa y Andrés Arauz

Rafael Correa y Andrés Arauz

En un país como Ecuador, que lleva inoculados apenas algo más de 6 mil de los 17 millones de habitantes que posee, el anuncio es esperanzador o demagógico, sin escalas.

El presidente argentino debió aclararle por carta que la producción de la vacuna de AstraZeneca y la Universidad de Oxford es un acuerdo entre privados y que él, en todo caso, podría tratar de interceder. “En caso de que lo consideren necesario y oportuno pondremos todo nuestro esfuerzo para ayudar al Ecuador en sus gestiones con otros proveedores”, le prometió Fernández. No mucho más.

Lo paradójico es que según los socios de Arauz, del Movimiento Centro Democrático, el candidato ya recibió una dosis de la vacuna Sputnik V en diciembre, cuando viajó al país para la reunión con Alberto Fernández y Cristina. Pero Arauz no se encuentra en la lista ni entre el personal médico esencial ni en el segmento de los mayores de centros geriátricos que estipula como prioritarios la campaña de vacunación ecuatoriana.
Todo sea por la presidencia.

 

CLARIN